Viéndolas pasar

¡Qué Pesadilla!

Cuando Vd. esté leyendo esta nueva columna, un servidor estará en Bilbao, mejor dicho, si Dios quiere, estaré iniciando el regreso a Villena. No se preocupe que no le voy a contar, otra vez, mis peripecias automovilísticas ni mis nervios aeroportuarios. Les voy a hablar de nostalgias y algo más, y es que no se puede hacer Vd. una idea de lo mucho que se echa de menos nuestra ciudad cuando uno está fuera, si no fuese porque hay suciedad en la calle, besaría en suelo al llegar.
El caso es que, por más que uno viaje, por mucho mundo que recorra, la patria es la patria, y nos llevamos en nuestro corazoncito la realidad de nuestra ciudad allá donde vayamos. No en vano, se dice que en cualquier lugar del mundo al que vayamos, a un villenero nos encontramos.

Cuando llamé a uno de los muchos amigos que tengo en la capital vizcaína para avisarle de mi inminente visita, conociendo mis inclinaciones políticas, me preguntó: ¿Te traes escolta? Vaya humor se gasta el tío. Y así fue que llegué a mi destino y mientras dormía en el emblemático hotel, centro de la actualidad taurina durante la Semana Grande de Bilbao, tuve un sueño, el que les narro ahora.

Me dormí con el comentario de mi amigo en la mente y de momento me vi paseando por la Gran Vía de Bilbao, también llamada Milla de Oro, y detrás de mí, un alboroto monumental. ¡Tierra trágame! Unos señores con pitos, tambores y chalecos de llamativos colores lucían carteles en los que se leía “Escolta ¡Ya!”, con amigos así ¿quién quiere enemigos? Quise gritar. No es su turno de palabra, me decían.Y salí corriendo, tratando de huir me metí en una boca de metro y me la encontré cerrada “Obras de soterramiento” indicaba el cartel. Seguí corriendo, corrí hacia la parte alta de la ciudad, en la Plaza de toros de Vista Alegre me escondí y tuve que salir a toda prisa, otra vez, porque había un letrero que avisaba de posibles derrumbes, pasé al lado de unos señores que discutían sobre la altura de un edificio, no se cómo me encontré cruzando la ría y entre mosquitos, un señor de barba me pregunta ¿Lleva Vd. nitratos fotosensibles biodegradables? Oiga, que yo fumo Fortuna y de plagas, ni idea. En cada esquina me encontraba a la misma persona que insistentemente, con voz ronca, me quería endilgar un ejemplar de un periódico… no, no era La Farola, se llamaba AV. Y al pasar por la explanada del museo Guggenheim, alguien me decía que se había derrumbado un tabique. ¡Para recoger casquijo estoy yo ahora!, seguí corriendo. Al final me refugié en un cajero automático de una entidad bancaria. Sin saber cómo, me encontré sentado en una mesa hablando con una señora a la que creo reconocer, que me decía que si era capaz de soportar una rueda de prensa en la que ella misma describía no sé qué cursos de idiomas, me perdonaba la mitad de mi hipoteca y el resto me lo financiaba a un tipo de interés preferencial. Cuando salí, era de noche, la calle desierta y en la penumbra, vi venir hacia mi un hombre más bien tirando a calvo, gordete, que arrastrando los pies se acercaba amenzante repitiendo una y otra vez “La columna… la columna…”

Tengo un amigo, este de Villena, que me dice que comprimir tantas personalidades en una sóla persona me convierte en un amigo.zip, cosas de informáticos, no haga caso. También opina que soy demasiado sensible para depende qué cosas. Tal vez tenga razón.

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