¿Quién teme a Stanislavsky?
La experiencia del director del Teatro Chapí palos sufridos en carnes conjugada con la estructura de la propuesta presentada, rindieron el pasado viernes ante los inesperados elegidos una de las mejores propuestas que han pasado por nuestra ciudad. Poca cosa, no crean, apenas unas paredes abarcando un más espacio no mayor que cualquier habitación acogiendo a unos cuantos intérpretes. Una pequeña compañía rodeada en el mismo escenario del teatro por un reducido grupo de espectadores. La adaptación del texto de Chejov funcionó. No sólo como texto, que es un modo de decir, sino en su conjunto, en su todo.
Poco se sabe del legado europeo que llegó al sur del continente americano a través de los exilios provocados por las guerras y las dictaduras. Lo conocen y lo sufren quienes todavía hoy buscan textos dramáticos o ensayos sobre el arte teatral. Mientras en España luchaban artistas como Isidoro Maiquez en la búsqueda de un nuevo modo interpretativo, en el sur de América se traducían textos llegados del Este de Europa. Y desde allí llegaron pasado el tiempo a nuestras manos (el Teatro de la Muerte de Kantor todavía hoy sólo ha visto la luz en España a través de su edición mexicana). Ese fue el modo como allá descubrieron a Stanislavsky, ese gran desconocido. De tal herencia nos llega Espía a una mujer que se mata, producción que muestra como pocas el realismo en el teatro. La asistencia a este profundo acto teatral descubrió a gran parte del público asistente de qué se habla cuando se habla de realismo teatral. Se esfumaron entonces las ideas que se habían adquirido acerca de tal modo de interpretación, porque la única distancia que hubiera podido interponerse entre público y escena, obligado a citar una, sería la del acento argentino de los personajes. Por lo demás todo fue como espiar a través de una ventana. Así de natural, así de incómodo incluso. La presencia de interpretaciones de las que tal vez se haya oído hablar gracias al Actors Studio, nos dejan ante personajes tan llenos de vida que casi dan miedo. Alcanzar esos instantes interpretativos supone un largo y esforzado trabajo, una profunda concentración que apenas deja sonreír al elenco al finalizar el espectáculo, cuando tras una tercera salida a escena comienzan a recuperar sus vidas. Nos queda a la asistencia en las retinas la belleza del trazado escénico en todos los sentidos, como en una obra pictórica, que embriagó cuanto englobaba el recinto, y que entregó a cada cual junto a sus circunstancias recibió cuanto su sensibilidad y conocimientos pudieron abarcar.
Última hora: nos llega la noticia de la decisión del Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña sobre un proyecto de nuestro vecino Luis Macías al que otorga una subvención para rodar en formato cinematográfico.