Cultura

Razas de Mamet

El pasado sábado el telón del Teatro Chapí volvió a levantarse para ofrecernos un nuevo texto del genial dramaturgo David Mamet. Una producción a tres bandas, dados los tiempos que vivimos, que ya ha rodado tanto a lo largo de la península como al otro lado del charco. Como “reclamo”, por si el autor no bastara, el espectáculo cuenta con la participación de los conocidos actores Toni Cantó y Emilio Buale. Por lo demás, la noche era desapacible y las calles de Villena echaban de menos el trasiego de sus gentes.
Tras la desaparición del telón apareció un espacio limpio y frío. Una enorme pared que bien podría de ser de mármol cerraba el fondo, curvándose al llegar al techo y al suelo, cerrando así el espacio en un rectángulo de puntas redondeadas, una cápsula… Algo de mobiliario dentro, para dar forma a la oficina de un despacho de abogados, muy sofisticado: sillas con ruedas y respaldos transparentes, grandes rectángulos blancos que resultan ser archivadores; muy sofisticados también los actores, al entrar en el espacio y formar su figura, en su vestuario y en sus formas. Todo muy moderno, contemporáneo, con una marca de gustos y clase social en el bufet. Esa era la opción elegida para encajar un thriller de juicios, de abogados, con una problemática muy demarcada: el racismo, y unos diálogos muy afilados: que mostraban la verdad interior de cada personaje, o los condicionamientos que le impiden sacar esa verdad.

Lo cierto es que pese a la precisión del texto a la hora de mostrar el tema de la raza como algo vigente, quizás subcutáneo, es necesario contextualizar la acción en los Estados Unidos para entrar en la problemática de la obra. Evidentemente la relación entre diferentes razas: concretamente blanca y negra, es muy diferente a la que hemos conocido en nuestro país. También puede dificultar el mensaje el lenguaje técnico propio de la abogacía, o la gran velocidad que en ocasiones achacaban en sus réplicas los personajes. Y aunque la propuesta pueda parecer bastante estática: un personaje habla, el otro responde, hubieron momentos más dinámicos en los juegos con el espacio y en algunos momentos de los personajes. Quién sabe si unos cuantos más hubieran animado más al auditorio, o si por el contrario lo hubiera distraído de la trama (para lo que quizás algo contribuyó el personaje de Bernabé Rico, el acusado, al que vimos generalmente de espaldas o encorvado).

El caso es que la duración del espectáculo consigue sostener al público el tiempo suficiente para que éste atrape las frases y las sensaciones claves para absorber la salvia del planteamiento. Motivo por el que se agradece la participación del elenco en un coloquio con quienes tengan interés por debatir sobre la problemática mostrada.

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