(Re)editar en condiciones
Abandonad toda esperanza, salmo 634º
Que se reediten continuamente títulos más o menos importantes de la historia del cómic demuestra que la consideración del medio por parte de la sociedad -y, por ende, también del mercado- ha mejorado ostensiblemente en los últimos años. Las editoriales parecen empeñadas en volver a poner en circulación obras y más obras, a veces con una premura que podría desembocar en una burbuja editorial que termine explotándonos en la cara. Pero frente a esos cómics por lo general provenientes de la industria estadounidense que regresan una y otra vez a las estanterías de novedades, a veces casi que pisando a la edición anterior, hay otros títulos (sobre todo españoles; ya se sabe lo mal que llevamos por aquí eso del chauvinismo) que se hacen bastante más de rogar. Afortunadamente, algunos acaban llegando por fin a las librerías para el disfrute de nuevas generaciones.
Este último es el caso de Pumby, la inmortal creación de José Sanchis. La editorial Dolmen, que dedica una buena parte de su catálogo mensual a la recuperación de clásicos del noveno arte (es verdaderamente encomiable lo de la colección Sin Fronteras, con títulos como Flash Gordon, Johnny Hazard, Príncipe Valiente, The Phantom o mi añorado Mandrake, el mago), ha rescatado de las catacumbas de la historieta patria al gato del cascabel enorme que nació en 1954 en las páginas de la revista Jaimito, y que dada su temprana popularidad entre los lectores más jóvenes de la época no tardó más que un año en conseguir su cabecera propia; una colección esta que llegaría a superar el millar de números, y que convivió durante años con otra: Super Pumby. Precisamente de esta última, suerte de parodia del género superheroico protagonizada por este memorable personaje, se nutre en parte el primer volumen de la colección: una antología de trece historietas de extensión variable que son todas ellas prueba palpable de la imaginación desbordante de este autor valenciano que falleció en 2011 a los 79 años de edad. Poderosamente influido por la animación de la factoría Disney, Sanchis creó un universo de animales antropomórficos orientado sobre todo a los lectores más jóvenes, pero que contrasta con una poderosa imaginería visual y conceptual que se manifiesta casi en cada página... Un aspecto este último que, lógicamente, sabrá apreciar mucho mejor el lector adulto. Así pues, háganse un favor y léanlo... o reléanlo, si son de los que pudieron disfrutarlo ya por vez primera durante su infancia. Y ojo, que el segundo volumen está al caer, si no lo ha hecho ya.
Como bien señala Borja Crespo en su prólogo a la reciente reedición de la obra más (re)conocida de Miguel Ángel Martín, es precisamente también el contraste el rasgo más llamativo de Rubber Flesh: "Su retorcida e ingeniosa imaginación, empapada de ironía, da pie a un torbellino de imágenes que rompen esquemas. A pesar de su colorida forma, de la suavidad de las líneas, el fondo es sórdido. El contraste es una de las virtudes fundamentales que vertebra esta inquietante obra de culto". En efecto, el muy personal y reconocible estilo visual de este autor leonés es diáfano, liviano, casi pop; pero como en el resto de su producción postrera, se pone al servicio de una historia totalmente alejada de ese primer e inocente lector al que -según muchos- están orientados la gran mayoría de los cómics que en el mundo han sido. Ambientada en un futuro deshumanizado, la obra relata las peripecias de Monika Ledesma, programadora de videojuegos a la que tras sufrir un accidente de tráfico se la dota de implantes de biosilicona que le permiten autorregenerarse; a partir de ese momento, la protagonista tendrá que luchar por su vida al mismo tiempo que descubre las supuestas maravillas de una maternidad muy especial. Mucha sangre y otros fluidos corporales, además de plástico derretido, impregnan las páginas de esta oda a la Nueva Carne que vio la luz de forma serializada en las páginas de la desaparecida El Víbora, y que ha convertido a Martín en un autor de referencia en toda Europa; muy especialmente en Italia, donde la crítica especializada le idolatra. Si todavía no han leído Rubber Flesh, pero conocen algunas de las películas más características del primer David Cronenberg o la literatura de dos autores adaptados por este último como Burroughs o Ballard; o, por no tener que recurrir a referencias ajenas al medio, sí han gozado (es un decir) de las historias de Dave Cooper o del indispensable Charles Burns (cómo olvidar su fundamental Agujero negro), pueden hacerse una idea de lo que se han estado perdiendo hasta ahora y de lo que podrán disfrutar recogido al completo en un volumen primorosamente editado... con el que deberían hacerse antes de que se agote.
Aunque no sea una obra con denominación de origen nacional, lo mismo podría decirse de la que será la recopilación definitiva de Mundo idiota, título con el que se conoce en España a Neat Stuff, la serie con la que Peter Bagge se dio a conocer a mediados de los años ochenta: necesitado de desarrollar personajes propios después de haber trabajado a la sombra de su maestro y valedor Robert Crumb en la revista Weirdo, Bagge parió esta cabecera de protagonismo coral para dar rienda suelta a su creatividad y poner de manifiesto su peculiar manera de ver el mundo. De allí surgirían personajes memorables como el locutor de radio Studs Kirby o la familia de Buddy Bradley; quien acabaría protagonizando una colección propia, Odio, la cual conectaría enseguida con la sensibilidad de la generación grunge durante la década posterior. La presente reedición, de la que acaba de editarse un primer volumen con los cuatro primeros números de la serie, sigue un orden cronológico que permite advertir la evolución del autor: desde unos primeros pasos que dejaban muy a las claras sus principales influencias -de los ilustradores de la revista MAD a Tex Avery y el resto de animadores de la Warner, pasando por el inevitable influjo de Crumb- hasta el desarrollo de un estilo propio e inconfundible. Y aunque algunas de las historietas recopiladas ya hayan visto la luz con anterioridad, vale muy mucho la pena hacerse con él: primero, porque incluye sendos prólogos del propio Bagge y de Hernán Migoya, quien traduce la obra y que fue quien se empeñó en publicar a Bagge en las páginas de El Víbora, al igual que a Miguel Ángel Martín, cuando era un total desconocido; y segundo, porque -como también ocurre con Pumby y Rubber Flesh- Mundo idiota es un cómic magistral que merecía a gritos una (re)edición en condiciones.
Nota bene.- Me consta que la semana pasada les dije que les hablaría de mi participación en la quinta edición de Video Game Comic.com, pero como está relacionada con Twin Peaks y sobre este tema ya les he dado monserga más que suficiente, me limito a comentarles que además de Javier J. Valencia nos visitarán también el crítico de cine Quim Casas (que ya presentó Mulholland Drive en la Semana de Cine de Villena allá por el 2002) y el autor de cómics (y twinpeaker de pro) Carles Esquembre. Si les apetece, nos vemos en el pabellón IFA, cerca del aeropuerto de Alicante, el sábado por la tarde (tienen el programa completo en la web del evento enlazada abajo).
Pumby, Rubber Flesh y Mundo idiota están editados por Dolmen, Reino de Cordelia y La Cúpula respectivamente.