Testimonios dados en situaciones inestables

Salté como un masai y cogí al viejo por el cuello

Un [flexión de los dedos indicando comillas] cinturón para herramientas. ¿Puedes creerlo? Uno de esos cinturones de color marrón en el que puedes llevar el martillo, el destornillador y toda clase de instrumentos peligrosos. Sí, un cinturón como esos que siempre llevan los obreros de la construcción en las películas americanas, esos tíos morenos o descaradamente negros con un sobrepeso desvergonzado y resultón. Un jodido cinturón para herramientas. ¿Has visto tú alguna vez algo igual?
Aprovecharon que cumplía cuarenta años para regalarme el dichoso cinturón y seguir machacándome como siempre han hecho. Los viejos están de dinero hasta el marcapasos y no se les ocurre otra cosas que regalarme algo económica y simbólicamente hiriente. ¿O acaso crees que [flexión de los dedos indicando comillas] pretendían sinceramente que me aficionara al bricolaje y a esas estupideces que se supone que hacen los hombres normales? Ni hablar. Otra vez buscaron la más mínima ocasión para dejar claro lo que piensan desde hace doce años: que su [flexión de los dedos indicando comillas] tonta e ilusa hija fue a casarse con un pobre inútil, un tipo sospechosamente afeminado que no sabe arreglar un enchufe y que trabaja precariamente de redactor en una revista de moda. Me dieron el cinturón para herramientas con esa ficticia y pomposa alegría de los que regalan con la única intención de bombardear la línea de flotación anímica de su víctima, enseñando los dientes unos milímetros más de lo que sería una sincera y amigable expresión facial. Y mientras yo abría con esmero el soso papel de envolver estampado de infantiles tractores, se recreaban dejando caer con falso buen humor frasecitas como [flexión de los dedos indicando comillas] Las Herramientas Las Pones Tú, Y A Ver Si Ahora Te Animas Y Nos Das Un Nieto De Una Vez, estupidez que no venía a cuento. Sí, tienen sus ideas muy bien atornilladas, y son simples, testarudos y presuntuosos. Pero en esa ocasión yo sentí un clic en mi interior, una señal casi imperceptible pero inequívoca de que algo dentro de mí se había colapsado o llenado o roto o cualquier otro fallo irreparable. De modo que salté como un masai y cogí al viejo por el cuello. Le miré a los ojos, que estaban completamente abiertos en una expresión mezcla de pánico e incomprensión, y le dije Usted Es Un Viejo Imbécil y Decrépito Que Se Cree El Ejemplo Perfecto De Lo Que Tiene Que Ser Un Hombre, Cuando En Realidad Es Un Pobre Bruto Que Se Ha Pasado Toda Su Vida Fingiendo Que Es Más Chulo Que Nadie Porque En Realidad Es Un Mierda Y Un Cobarde, y después la miré a ella, cuyo labio inferior colgaba tembloroso, y le grité Y Usted Es Una Arpía Que Va De Buena Y Beata Y Madre Y Esposa Virtuosa, Pero Lo Que Realmente La Pone Cachonda Es Hacer Daño Chismorreando Y Difamando A Todo El Mundo. Después de unos segundos de silencio, se levantaron tropezándose con las sillas y se fueron hacia la puerta para salir huyendo.
- ¡¿……..?!
- Sí, quizá puede parecer que fui cruel, pero en el fondo yo sé que después se alegraron al darse cuenta de que su hija [flexión de los dedos indicando comillas] ya no está casada con un mierda.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba