Abandonad toda esperanza

Sinvergüenzas

Abandonad toda esperanza, salmo 187º
Con la Semana Negra de Gijón arrancando hoy mismo con el Tren Negro desde Chamartín, mientras preparo un par de maletas -una con las cosas superfluas, tipo ropa y demás; otra casi vacía para cargarla de libros y tebeos- para volver a participar de esta fiesta multicultural, me acuerdo de que por estas mismas fechas hace un año les hablaba del auge del cómic autobiográfico que había llevado a Rachel Deville, Fabrice Neaud y la inimitable Phoebe Gloeckner a visitar la localidad asturiana. Doce meses después la situación no ha cambiado y algunas de las lecturas recientes más interesantes pertenecen al género de las memorias.

Fue precisamente en la Semana Negra del año pasado, cuando mi atención se centraba en los autores citados, Miguel Gallardo o el veterano Carlos Giménez, que en la mesa redonda acerca de la historieta autobiográfica se sentaba un tal Ramón Boldú, por aquel entonces confieso que totalmente desconocido para un servidor. Pero como se suele decir nunca es tarde si la dicha es buena, y es buena porque he leído recientemente Bohemio pero abstemio y El arte de criar malvas y ambos son una auténtica gozada. Se trata de tres -el primer volumen incluye también Memorias de un hombre de segunda mano- títulos autobiográficos donde Boldú convierte lo que para otros serían las miserias más inconfesables de su propia experiencia vital en centro neurálgico de un universo que me niego a llamar de ficción: la dificultad para vivir del cómic en España, las difíciles relaciones con padres e hijos y sobre todo los vaivenes de su vida sentimental (con relaciones de pareja liberales, dos divorcios y varias infidelidades que aquí se relatan a pelo) pueblan trescientas páginas de una sinceridad brutal, demoledora, que nos lleva a pensar, como llegó a afirmar Ignacio Vidal-Folch, que "uno no comprende cómo este hombre puede salir a la calle sin que le partan la cara varias veces al día".

Otro que lo tendrá difícil para que sus conocidos vuelvan a mirarle de la misma manera tras leer su My Brain Is Hanging Upside Down es David Heatley, autor que con esta su primera obra ha conseguido el aplauso de Daniel Clowes, Chris Ware o Juanjo Sáez, cosa que para el que esto firma era garantía suficiente de calidad. Efectivamente, estamos ante una de las obras más importantes del reciente cómic underground, donde Heatley relata sus primeras experiencias sexuales (con la presencia siempre latente de una posible homosexualidad; hoy tiene mujer y dos hijos), efectúa unos retratos tan emotivos como dolorosos de sus padres y narra en “Historia negra” sus amistades con chicos negros en un relato cuya mera existencia y articulación podría levantar ampollas.

Menos polémico, al centrarse principalmente en su propia figura, es Jeffrey Brown, del que ya habíamos disfrutado la también autobiográfica Pequeñas cosas. Ahora, con Piltrafilla, Brown habla principalmente de su salud -padece el síndrome de Crohn, que le provoca continuos malestares estomacales- y de su faceta artística, narrando su amistad con los citados Clowes y Ware o su decisión de autopublicarse.

Aprovechen la ocasión de leer estos títulos y poder cotillear la intimidad de estos autores por un agujerito sin que nadie pueda llamarles la atención por ello.

Bohemio pero abstemio y El arte de criar malvas están editados por Astiberri; My Brain Is Hanging Upside Down y Piltrafilla están editados por Norma y La Cúpula respectivamente.

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