Supermorrison
Abandonad toda esperanza, salmo 387º
Si todo sale según lo previsto, cuando ustedes lean esto un servidor estará embarcado en un nuevo curso sobre cómic de la Universidad de Alicante. Quién nos iba a decir, a algunos de aquellos que fuimos adolescentes aficionados a la historieta, que años más tarde seríamos profesores universitarios e impartiríamos clases acerca del noveno arte y su relación con materias como la literatura o la historia. Y quién me iba a decir a mí que me encontraría en un aula del campus hablando ante un público entregado de Grant Morrison, un escritor al que, personalmente, le debo mucho. Para muestra un botón: como ya les comenté en cierta ocasión, la primera vez que supe de la existencia del dadaísmo yo tendría unos doce o trece años, y fue en las páginas de una de sus obras, The Doom Patrol. También por aquella época descubrí qué era la metaficción en su soberbio Animal Man. Y poco después, con Los Invisibles, aprendí a poner en duda las certezas aparentes de la realidad circundante sin necesidad de haber leído a Platón y mucho antes de que se estrenaran las películas de Matrix. Así que, si ahora me dedico (entre otras cosas) al estudio de las relaciones entre historieta y literatura, sus semejanzas y también sus diferencias, es en buena parte gracias a él.
Ya puestos a hablar de Morrison, no puedo dejar de recomendarles la lectura de su ensayo Supergods, que en su traducción española por parte de Turner (que, ojo, es una editorial no especializada en el medio, sino en filosofía, arte, estética y sociedad) presenta el subtítulo "Héroes, mitos e historias del cómic", y del que ya les adelanto que lo considero uno de los tres mejores ensayos que he leído este año (me reservo cuáles son los otros dos, pero descuiden que se lo revelaré en breve). La obra en cuestión es un repaso a la historia de los cómics de superhéroes muy sui generis, como no podía ser de otra forma: a medio camino entre el recorrido histórico y la autobiografía pasada por el filtro de la educación sentimental, el autor analiza la figura del superhéroe desde el seminal debut de Superman allá por 1938 hasta nuestros días, construyendo el retrato de un arquetipo que representa aquello a lo que el ser humano aspira a ser; una idea de perfección no muy lejana de la de los dioses y semidioses de la mitología grecolatina, aunque ahora vistan mallas de colores. Una lectura indispensable, vaya.
En cuanto a cómics escritos por Morrison, y por recomendar uno del que no les haya hablado ya, no deberían dejar pasar su Flex Mentallo, una obra breve en extensión pero casi inabarcable en ideas con la que el guionista, a medias con su fiel colaborador Frank Quitely, lleva a cabo una operación muy parecida a la realizada en Supergods pero empleando, como Scott McCloud en sus celebrados manuales sobre historieta, los recursos expresivos del propio medio: una deconstrucción de la figura del superhéroe, y por extensión del género al completo. Un cómic provocador e iconoclasta que despertará tantas adhesiones como rechazos (algo a lo que su autor debe de estar más que acostumbrado), y que puede leerse como el reflejo especular de Watchmen: si la obra magna escrita por Alan Moore (otro que tal, y al que Morrison da un buen -y polémico- rapapolvo en Supergods) traía consigo la llegada de la madurez a un género que alcanzaba por fin la edad adulta, las peripecias de "El Justiciero Musculoso" tratan de devolver al medio una inocencia luminosa que muy probablemente se haya perdido para siempre. En resumidas cuentas: que Morrison quiere que los tebeos de superhéroes vuelvan a ser lo que eran, un divertimento sin complejos, mientras otros nos empeñamos en ponernos serios para hablar de ellos en la universidad.
Supergods y Flex Mentallo están editados por Turner y ECC respectivamente.