Estación de Cercanías

Terrorismo de Género (II)

Si la pasada semana hablaba de la absoluta necesidad que tenemos de contar con unas instituciones que nos impulsen, a todos los que afortunadamente no convivimos con estos terrorista, a levantar la voz a la menor sospecha de lo que puede estar aconteciendo de puertas para adentro de la casa vecina, lo hacía con la convicción de que en la movilización del total de la ciudadanía reside uno de los flancos de la embestida con la que debemos de sacudir a esta gangrena.
Y para que día tras día, denuncia tras denuncia y muerte tras muerte sintamos que denunciando somos útiles en esta batalla, debemos recibir y percibir que esta obligación de ayuda latente e imprescindible que pasa forzosamente por hacer que nos sacudamos creencias y dogmas, que alimentadas por el mito de lo irrespetuoso que presuponemos violación de intimidad ajena, es alentada y reconfortada con sentencias aleccionadoras que nos trasmitan que nuestro gesto no ha sido depositado en saco roto y sea contestada con rotundidad desde la justicia, desde una justicia que ha de endurecerse todavía más contra estos asesinos, aportando nombres, poniendo rostros e imponiendo grandes distancias al cumplir su sentencia, que se conviertan en destierros sobre ellos, para que las órdenes de alejamiento dejen de ser algo tan fácil de quebrantar como de escuchar, porque el dibujo de las caras amoratadas, de las muertas, de las condenadas a escapar, ya los conocemos; las de sus hacedores, siempre presuntos, no.

Pero cuando desde mi ayuntamiento se ha celebrado el Día Internacional de la Mujer con alguna exposición, que en vista del drama que sufrimos es algo anecdótico, cuando seguimos aguardando una concentración de repulsa por las últimas víctimas, cuando convirtieron lo que parecía una interesante propuesta en mitin preelectoral, con mucho glamour pero sin fondo, cuando ni tan siquiera se ha convocado la Mesa Local para la erradicación de la Violencia de Género, me surge la sospecha de si acaso esta tímida actitud de complicidad social sea respuesta a la divagación de los que deberían estar desde primera fila plantando cara, contribuyendo con ello al desaliento general que impotente observa la ineficacia manifiesta de las medidas que hasta ahora se han tomado al respecto, y que ha posibilitado el descuido envuelto en levantar a la mujer hasta donde por derecho nos corresponde, del segundo de los flancos que me gustaría poner a contraste porque lo observo velado, punta que no es otra que el enfrentar con las medidas adecuadas, la reconocida realidad del enfermizo sentido de la posesión que el hombre todavía mantiene sobre la mujer.

Ellos, los ejecutores, sin excusa alguna que les redima, pero observando con el pragmatismo que esta cuestión requiere, son también en cierta medida víctimas. Víctimas de una educación heredada que basa y justifica en la superioridad del macho su anómalo comportamiento y que ha normalizado la sumisión de la hembra. Y si mezclamos esta convicción con los avances y logros que las mujeres estamos alcanzando y consiguiendo, chocamos frontalmente con un agreste muro que distorsionando la realidad revienta violentamente sin el menor atisbo de culpabilidad o arrepentimiento, hecho reconocido psicológicamente, y me pregunto si no deberíamos dirigir de igual modo los esfuerzos en posicionar a unas donde por derecho debemos estar y a otros reconducirles hacia la aceptación de esta realidad , porque ¿quién de nosotros no lucha hasta el límite por defender aquello que considera suyo? Si estás sufriendo malos tratos nos lo dudes, llama al 016. Si sabes que alguien está sufriendo malos tratos, por favor, llama al 016.

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