Abandonad toda esperanza

Todos a la cárcel

Abandonad toda esperanza, salmo 207º
Lo confieso: este año el cine español me ha dado mucha pereza. Para empezar, me perdí REC 2, como suele decirse, por motivos ajenos a nuestra voluntad. La de Almodóvar ni la vi, y el último trabajo de Alejandro Amenábar, aunque esté lejos de sentir la misma animadversión que por su figura experimenta Jordi Costa -no se pierdan el divertidísimo Mis problemas con Amenábar dibujado por Darío Adanti-, me tiraba para atrás tanto por su ambientación de época como por la imposibilidad de verla en versión original en nuestros maravillosos centros comerciales. Otra que disfrutaremos en DVD, me temo.

La que no he dejado escapar es el fenómeno del cine español del momento. Y no me refiero a Spanish Movie, una cinta que me niego a ver rotundamente pese a que unir en un mismo plano a Leslie Nielsen y Chiquito de la Calzada podría considerarse una cumbre del surrealismo que ni Buñuel o Gómez de la Serna se habrían atrevido a escalar en sus momentos más inspirados. Como ya habrán deducido por el título, y dado que este no será un texto sobre el caso Gürtel, me refiero a Celda 211, esa película de la que todo aquel que la ve dice maravillas, ya sea el crítico más engolado desde el púlpito de su Parnaso particular, ya el espectador más iletrado tras verla en un penoso screener descargado de la red donde se escuchan más las toses de los espectadores que los parlamentos de los personajes. Y es que nadie parecía esperar semejante joya de Daniel Monzón, ex crítico reconvertido en director cuya obra anterior -El corazón del guerrero, El robo más grande jamás contado y La caja Kovak- se había movido siempre dentro de unos márgenes correctos, sí, pero mucho más discretos. Porque su último film parte de una estupenda novela de Francisco Pérez Gandul, efectivamente, pero es que el trabajo de Monzón, con una garra sorprendente y de una efectividad a prueba de bombas, multiplica sus logros por mil, consiguiendo no dar respiro al espectador a pesar de que la duración del film casi roza las dos horas y la acción acontece casi toda ella en un espacio cerrado: el interior de una cárcel de Zamora.

De tan soberbia película oirán muchas alabanzas, aunque algunas ni siquiera le hacen justicia: decir que Luis Tosar está portentoso es ya un lugar común, y creo que merece darlo ya como seguro ganador del Goya el próximo año; por su parte, comentar que Antonio Resines está "irreconocible" o que "cambia de registro" es hacerle flaco favor a alguien que después de Acción mutante, La buena estrella o La caja 507 ya no puede cambiar de registro porque ya ha tocado todos los palos y casi siempre con éxito.

Por cierto: nuestra tradición de cine carcelario es breve, aunque no falten películas como la del maestro Berlanga que sirve para titular estas líneas o aquellas Horas de luz de Manolo Matji que TVE recuperaba el pasado sábado aprovechando el tirón de Celda 211. Tomen nota de que a esta corriente se le sumará pronto un film basado en Las dos vidas de Andrés Rabadán, el cómic creado por el célebre Asesino de la Ballesta durante su estancia tras los barrotes, y cuya publicación muchos acusaron de oportunista pero que creo revela un digno narrador de historias. Aunque en este caso sea una tan escabrosa como la suya propia.

Celda 211 se proyecta en cines de toda España; Las dos vidas de Andrés Rabadán está editado por Norma Editorial.

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