Cartas al Director

Un marrón

“...que asuman responsabilidades. Aunque no me atrevo a decirle una. En confianza, es un verdadero marrón…”. Esta es la respuesta que da nuestro nuevo director de la DGT a la cuestión del aumento de ciclistas en nuestras carreteras y sus responsabilidades en un periódico de tirada nacional.
Ni soy ciclista profesional ni amateur, solo alguien que de vez en cuando coge la bici para dar un paseo solo o en compañía de mi hijo de 9 años, como ese padre asesinado hace tres semanas en Villena que salió a dar una vuelta con su niño y nunca volvió a su casa ¿se acuerdan?, porque lo atropellaron y dejaron abandonado hasta la muerte. Sí, así de crudo. Y entonces la justicia actúa como actúa, es decir, lenta e injusta, y el Director de Tráfico achaca el problema a que hay “muchos” (ciclistas), la verdad es que sí, un “verdadero marrón”, claro, así se atajan los problemas, un aplauso para él.

No sé, o soy un lerdo pueblerino, que puede ser, o algo no me cuadra. Yo pensaba que lo que se pretendía hoy en día era crear una sociedad limpia, lo menos contaminante posible, donde la gasolina se vaya sustituyendo por pedaladas de aire. Que la gente saque la bici para ir a trabajar, a dar un paseo o comprar el pan. Y que el problema radicaba en el uso excesivo del coche, en lograr que cohabiten vehículos a motor con otros sin él, en crear ciudades más verdes y menos “marrones”. Pero resulta que no, que el color de moda es ese que se acerca al tufillo negro que emanan los coches día y noche.

Quizá el problema actual no esté en el aumento considerable de ciudadanos que utilizan la bici, ni en que un 5% del total de ciclistas sea irresponsable. Quizá el “marrón verdadero” esté en esos conductores que cogen el coche después de haber ingerido drogas y alcohol sin pensar en las consecuencias, en las leyes blandas que no dan ejemplo cuando tiene lugar alguna de las tragedias que nos llenan de lágrimas día tras día, en las pocas charlas que se acercan a las clases de primaria y secundaria, en las palabras huecas que salen de la boca de los que nos dirigen y que no hacen que desaparezca el color sangre del asfalto. Quizá si se tiene en cuenta todo esto el color que pinte el futuro de las dos ruedas sea el de la esperanza y no ese “marrón” que ha hecho que me siente mal el desayuno.

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