Un país en descomposición
Al calor del crecimiento económico y de las burbujas especulativas, la corrupción parece pasar desapercibida, quizá porque nos parece normal ver correr tanto dinero y a tanto concejal de Urbanismo tirando de Mercedes. No obstante, cuando llegan las vacas flacas es cuando comienzan a levantarse las alfombras y conocemos muy parcialmente, porque se nos escapan la mayoría de sinvergüenzas la mierda que han escondido durante años. Así sucedió en los años finales del Felipismo, cuando la recesión del 92-93 puso sobre la mesa escándalos como los de Roldán, Juan Guerra, los Fondos Reservados o el BOE, así como cataclismos financieros como la intervención de Banesto y la caída de Mario Conde.
Aquel tiempo pasó, llegó la bonanza económica, España iba bien y la corrupción era incompatible con nuestro partido, que diría el señor de los abdominales y la melena al viento. Y un bledo. Lo que pasa es que sobraba la pasta y Hacienda y los fiscales miraban para otro lado porque no era necesario aumentar la recaudación. Ha bastado que llegara una nueva crisis para que empiecen a brotar corruptos como si fueran setas. Primero de manera aislada, en la Marbella de los Malayos, paradigma del pelotazo y la especulación. Después salpicando vía Gürtel, y de qué manera, al partido incompatible con los sobres bajo manga y el dinero en Suiza. A continuación, con la élite nacionalista del oasis catalán, una de cuyas caras visibles se lo ha estado llevando crudo a manos llenas. Y para rematar la faena omitiremos por no aburrir a los tropecientos ayuntamientos de todo signo y condición pringados con recalificaciones y sobornos, con los trinques y los mangoneos en Santa Coloma, el bastión del Partido Socialista de Cataluña, salpicando de paso a altos cargos de CiU y demostrando una vez más que aquí las ideologías importan un pimiento. Todos a por la pasta y maricón el último.
Pero lo que más me jode es que, en lugar de expulsar a todos estos chorizos y meterlos en la cárcel hay que ver lo pronto que se ponen de acuerdo para aumentar las penas contra los maltratadores, por ejemplo, los partidos pierden el culo por defender la honorabilidad de sus miembros y no mueven un dedo para endosarle 30 años de cárcel al primer que meta mano en la caja. Por si algún día les pillan a ellos, supongo, algo lógico en un país donde la corrupción está institucionalizada y aquí no se libra ni el apuntador, vean si no:
Ciudad Real, años 90. Al calor de la burbuja, un grupo de inversores, capitaneados por la quebrada Caja Castilla La Mancha, decide construir un aeropuerto privado internacional a menos de 1 hora de Madrid - Barajas. Inaugurado hace apenas un año, es una máquina de perder dinero. ¿Se comerán el marrón sus propietarios e inversores? Fijo que no. De hecho, el Ministerio de Defensa ya ha hecho una oferta para adquirirlo. Si la operación sale bien, se lo hubieran llevado crudo. Como sale mal, papá Estado es decir, usted y yo debe salvar a la Caja que puso la pasta y a la propia empresa, en lugar de dejar que se pudran por malos gestores e investigar todos los chanchullos cometidos, que tienen pinta de ser muchos y gordos. Pero así es España, señora.