Abandonad toda esperanza

Un universo de universos

Abandonad toda esperanza, salmo 587º
Supongo que aquellos que se sorprenden del fracaso (relativo, por otra parte) de Blade Runner 2049 a nivel mundial no tienen en cuenta que la ciencia ficción nunca ha sido un espacio transitado de forma masiva, sino más bien un coto privado con derecho de admisión y solo para iniciados. Por lo general, en los rankings de las películas más taquilleras, como en los listados de los libros (y los cómics) más vendidos, sea en la época que sea, no encontrarán ningún título del género... y no me vengan con que ahí están las películas de Star Wars o las historietas de Superman, porque todas ellas (y otras similares) pertenecen desde su mismo nacimiento a géneros bien distintos. Además, y centrándonos ya en el caso del, a mi parecer excelente, film que nos ocupa, también se tiende a olvidar que el Blade Runner de 1982 ni arrasó en taquilla ni tampoco satisfizo a la crítica de su tiempo: más bien al contrario, fue por lo general menospreciado en el mejor de los casos y vapuleado en el peor; y solo con el paso del tiempo terminó por ser valorado en su justa medida, alcanzando su estatus actual de película de culto y de título fundamental para entender no ya solo la evolución del género en las últimas décadas, sino también los derroteros que de un tiempo a esta parte ha tomado nuestra realidad. Esa misma realidad que se le antojaba tan porosa y mutante al paranoico y alucinado Philip K. Dick, autor de la novela en que se inspiró la película original, y cuya obra literaria en su conjunto también se ha revalorizado de forma más que merecida tras su muerte en ese mismo y decisivo 1982.

Por otro lado, realizar a estas alturas una segunda parte de una película tan bien considerada hoy era ya a priori una misión suicida, más aún teniendo en cuenta que se trata de una de las secuelas más tardías de la historia del cine: han pasado treinta y cinco años desde el estreno del film de Ridley Scott, superando así a otro caso de gran osadía (o desvergüenza) tan sorprendente como el de la primera (y muy decente) secuela de 1983 de la inmortal Psicosis, dirigida por Alfred Hitchcock veintitrés años antes. Con el fin de culminar la operación con éxito, se ha partido de una historia escrita por Hampton Fancher, uno de los guionistas de la cinta original; y se ha sustituido a Scott, relegado a funciones de producción, por el canadiense Denis Villeneuve, de quien casi nadie había oído hablar hasta hace solo siete años cuando estrenó Incendies, y que hoy es uno de los cineastas más interesantes de Hollywood gracias a títulos tan potentes como Prisioneros, Enemy o Sicario; no obstante, seguro que fue su primera incursión en la ciencia ficción, la inmediatamente anterior La llegada, la que decantó la balanza a su favor frente a otros realizadores considerados como candidatos. Y a mi parecer el resultado final no podía ser más positivo: no estamos ante un relato totalmente independiente ambientado en el "universo de Blade Runner", sino una secuela directa de la anterior protagonizada por un nuevo cazador de replicantes encarnado por Ryan Gosling (en el mejor momento de su carrera tras protagonizar La La Land) y que recupera a Harrison Ford en la piel de Rick Deckard en su último tercio. Y lejos de tomar el camino fácil de urdir un blockbuster al uso, Villeneuve y su equipo han optado por ofrecernos un film de metraje considerable y ritmo pausado, sin concesiones a la galería, que invita al espectador a introducirse en su mundo sin empujarle de forma atropellada. Quizá el alcance filosófico de su antecesora, aunque sigue ahí, se ve algo menoscabado; pero como recreación de un futuro cercano y verosímil, Blade Runner 2049 resulta incontestable: de hecho, haberla visto en pantalla grande (y en versión original) me parece una de las experiencias más inmersivas que he experimentado en los últimos tiempos, sin necesidad de recurrir al 3D ni a otras zarandajas tecnológicas. El mérito recae en este caso en cada uno de los responsables de la fotografía, la dirección artística, la partitura, los efectos especiales y (muy especialmente) el diseño del sonido; y por tanto, el merecedor último de crédito es el propio Villeneuve, que se ha encargado de coordinarlo todo. Eso sí: para saber a ciencia cierta si su nuevo film está a la altura de la mítica Blade Runner, habrá que esperar hasta el año 2052 -justo dentro de treinta y cinco años; seamos equitativos- y a todas las veces que la hayamos vuelto a ver hasta entonces... aunque esperemos que con menos montajes distintos que aquella.

Quiero aprovechar la coyuntura y, además de recomendarles que vayan a ver el film, comentarles un par de lecturas del género que me parecen de sumo interés: empezaré por Shangri-La, soberbia novela gráfica a cargo del francés Mathieu Bablet que fue nominada a los siempre interesantes premios esenciales del Festival Internacional de Angoulême en este mismo año. En sus más de doscientas páginas, Bablet envía al lector a un futuro bastante lejano, de carácter post-apocalíptico, donde el planeta Tierra ya no es habitable y un pequeño grupo de supervivientes vive en una estación espacial sometidos a los deseos de una multinacional que domina el mercado de forma hegemónica; ante esta situación, solo un pequeño movimiento de resistencia parece oponerse al consumismo imperante. Se trata pues de un relato de carácter distópico en la línea de Un mundo feliz, 1984... o la propia ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick y, por extensión, las películas de Scott y Villeneuve; con un ritmo narrativo muy conseguido y un acabado formal verdaderamente delicioso. A destacar un aspecto más a su favor: la edición española, a cargo de Dibbuks, es de 10.

Y con el fin de ofrecer una visión lo más plural y universal posible del género -plural por aquello de la autoría colectiva y universal por su lejano lugar de procedencia-, no puedo dejar de mencionar que Alianza acaba de publicar en su sello de literatura fantástica Runas el volumen Planetas invisibles, una antología de la ciencia ficción que se escribe actualmente en China editada por el hoy muy de moda Ken Liu. En sus páginas se recogen, además de tres breves ensayos sobre el género en su vertiente asiática y un texto introductorio del autor de La gracia de los reyes, trece relatos de siete autores, entre ellos Cixin Liu y Hao Jingfang, ganadores ambos del prestigioso premio Hugo. Siete escritores y trece historias breves que demuestran que, una vez superados prejuicios diversos y nombres propios a veces difíciles de recordar para un lector occidental, la ciencia ficción es un universo de universos que se gesta por igual en todo el universo conocido... pese a que muchos lectores y espectadores, ignorantes de su relevancia, le sigan dando la espalda.

Blade Runner 2049 se proyecta en cines de toda España; Shangri-La y Planetas invisibles están editados por Dibbuks y Alianza respectivamente.

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