Unas mentes maravillosas
Abandonad toda esperanza, salmo 342º
Al contrario de lo que sucede con la narrativa ensayística, en el ámbito del cómic el número de las autobiografías supera con creces el de las biografías ajenas. ¿Quizás un exceso de ombliguismo por parte de un sector por lo general menospreciado? ¿Tal vez resulta que los autores de cómic sienten la necesidad de explicarse y justificarse para sentirse respetados? No lo sé, pero es innegable que las novelas gráficas acerca de la vida y milagros de otros no abundan precisamente, y menos en lo que a personalidades de la ciencia y la tecnología se refiere. Por eso llaman la atención cómics como la biografía que el guionista Jim Ottaviani y el dibujante Leland Myrick dedican a Richard P. Feynman, que a decir de los entendidos en la materia no fue el físico más importante del siglo XX solo porque Einstein lo relegó a un bastante honroso segundo puesto. En esta obra, construida a partir de una ingente bibliografía y documentación varia, los autores retratan a su protagonista como la persona fascinante y contradictoria que debió de ser: participó en el Proyecto Manhattan de Oppenheimer que acabó pariendo la bomba atómica, ganó el Nobel de Física y fue capaz de detectar el fallo técnico que convirtió la misión del Challenger de 1986 en un trágico fracaso, todo ello sin dejar de tocar el bongó y de buscar la felicidad hasta que un cáncer acabó con su vida a finales de los 80. Si les pasa como a mí, cuando terminen de leer el libro no sabrán más de física que lo poco o nada que ya supieran antes, pero cuando se topen con un documental sobre el tema seguramente ya no cambiarán de canal.
Otro caso de visionario malogrado fue Steve Jobs, que tras fallecer el año pasado se convirtió poco menos que en un mito de las nuevas tecnologías. El cómic El zen de Steve Jobs, surgido del horno de la factoría Forbes, no es un relato biográfico al uso, pues se centra en un aspecto muy concreto de la vida del cofundador de Apple: su relación con un sacerdote budista zen al que acabó convirtiendo en el gurú espiritual de su propia empresa tras el abandono voluntario de la anterior. En apenas unas sesenta páginas, y al igual que en Feynman con continuos saltos temporales hacia delante y atrás, se relata la amistad que unió a estas dos personalidades inconformistas, cada una a su modo y en su ámbito, así como el proceso a través del cual Jobs dejó que sus estudios y conocimientos de la religión oriental influyeran en el diseño de su tan traído y llevado Iphone. Así pues, una biografía parcial de una figura que todavía sigue dando que hablar.
Mucho más cerca de mis intereses personales, aunque por ello sea el título de estos tres que menos novedades me ha aportado, se encuentra Gonzo; esto es, la historia gráfica de Hunter S. Thompson, del que ya les he hablado y del que me temo que pronto volveré a hablarles. Cualquiera que haya visto el imprescindible documental de igual título y/o haya leído las novelas (autobiográficas), los reportajes y las cartas del inventor del periodismo gonzo no descubrirá nada nuevo en las páginas de un cómic que, por eso mismo, viene a ser una introducción perfecta a los profanos en la materia. Sus responsables, el guionista Will Bingley y el dibujante Anthony Hope-Smith, han sido capaces de trasladar la rabia y el furor, más que el miedo y el asco, que destilaban los improperios orales y escritos del Doctor. Solo por eso ya es de lectura indispensable, y como digo les abrirá las puertas a otros títulos relacionados con su protagonista. Si no, al tiempo.
Feynman, El zen de Steve Jobs y Gonzo están editados por Norma, Oberon y 451 respectivamente.