Estación de Cercanías

Villena Fantasmal (I)

Con este lema, un grupo de jóvenes de la comparsa de Marruecos acertaron de pleno en la descripción de lo que es nuestra ciudad en cuanto al ocio y a las posibilidades de diversión sana y acorde que sus edades de adolescentes y jóvenes recién estrenados precisan.
Vestidos de zombis y emulando magníficamente al desaparecido rey del pop y su vídeo más famoso, este grupo de “penquicas” y “nabicos” supieron sacar a la calle una realidad que ciertamente es fantasmagórica, que pone los vellos de punta y que es una vergüenza para una población como la nuestra, que dice llamarse ciudad y que en cuanto a alternativas para sus chic@s no pasa de aldea con boina y garrote en continuo aislamiento por las nieves de un invierno que no nos ha abandonado desde hace muchos años.

Estos chavales decían, en la adaptación letrista que hicieron de Thriller, tener los culos cuadrados de estar sentados en los bancos y los labios custridos de tantas pipas, siendo muy benévolos en este aspecto, pues la realidad es otra mucho más escalofriante y da pánico cuando te asomas a la verdadera situación, que en nuestra ciudad pasa irremediablemente por tener un local. Locales que se han convertido en los reyes absolutos de toda pandilla que se precie, y que, salvo lúcidas excepciones, son el ocio por ausencia al cual están condenados nuestros hijos.

No toco de oído. Este verano he podido ver desde la primera fila este submundo y por el mes de agosto, a mi hija, adolescente, como a la amplia mayoría de ellos, le propusieron formar parte de uno de estos centros de reunión, por llamarles de algún modo. Al principio, su padre y yo consentimos y aceptamos que se integrara, pues el frío andaba cerca y las piscinas, playas y parques estaban tocando a su fin. Tres días duró su aventura gracias a la cercanía del garito a mi hogar. Cuando la realidad tomó forma, el estupor y la indignación, y por qué no decirlo, la vergüenza ajena, nos despertó como un jarro de agua fría. El mal llamado local era un bajo sucio y descuidado, dejado de la mano adulta, en el que la basura y la podredumbre reinaban. Los anteriores inquilinos, los hijos de otros con edades similares, pintaron paredes, rompieron ventanas y cual ejército de Atila, destrozaron en su huida todo rastro de salubridad, que el dueño del bajo dejó tal cual a la espera de que los siguiente, porque están en cola esperando, limpiasen, pues como no existe relación contractual alguna, si lo quieres lo tomas y si no, otros vienen detrás.

Con dos sofás de vertedero y algunas sillas del mismo lugar, montaron su particular centro lúdico de quedadas, que fue atrayendo a gente nueva y desconocida en tropel, primero chicos mayores, luego llegaron las motos, luego los porros, las litronas, y cómo no, los repartidores de droga a domicilio, que tienen en este modelo de ocio de Villena su agosto perpetuo, pues mientras van a vender, se toman unos cubatas de gratis, y consumen delante de sus futuros clientes aquellas sustancias que tiene que salir al mercado, todo un plan de ventas digno de las mejores empresas, rayas, pastillas y demás eran exhibida en este escaparate. Las borracheras a los 13 años tardaron poco en llegar, las visitas en vano de Policía y Guardia Civil también, y lo irremediable llegó el día 10 de septiembre, y cual muerte anunciada, el local ardió cuando una colilla mal apagada quemó el sofá de vertedero. ¿Y fuera de esto, qué queda? La suerte de ser del Centro Juvenil Don Bosco o la condena a que de nuevo nuestros hij@s recorran las calles cual almas errantes.

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