Visita a las cuevas champiñoneras de La Encina para comprobar su estado
Se encuentran entre los elementos de interés etnológico de la zona elegida para instalar una planta solar
Los técnicos del SEMAP junto con el inspector de caminos del departamento de medioambiente del Ayuntamiento de Villena hemos visitado las cuevas de La Encina.
En la memoria de impacto patrimonial realizada por la empresa Ideas Medioambientales S.L. con motivo del proyecto de “Modificación de la Planta Solar Fotovoltaica FV Alhorines 50MWp” se incluye dentro de los elementos de interés etnológico de la zona unas cuevas champiñoneras.
Están excavadas a pico, pala y carretilla en la ladera de un cerro. Se conservan unas ocho bocas de acceso a galerías con planta en “U”; en algunas de las entradas se conservan los marcos de madera de las puertas de cierre, y en otras, delante de los accesos, se observan conductos de ventilación colmatados, a modo de chimeneas cuadrangulares.
En la propuesta de gestión que realiza la citada empresa se establece para su correcta conservación un perímetro de protección de unos 15 m y su señalización con balizado.
Estas cuevas se utilizaron en los años 60 para el cultivo del champiñón y al parecer son las únicas que se conocen en la zona de Villena. En el mismo valle, en el paraje denominado el Agua Verde, en el límite entre Caudete y Almansa, existen más ejemplos de cuevas champiñoneras.
En la visita realizada a la Encina hemos podido comprobar el estado de abandono en el que se encuentran las galerías; las entradas aparecen colmatadas por la vegetación y los derrumbes de las paredes y también las chimeneas de ventilación. Estos conductos eran necesarios para airear el interior. Tanto las chimeneas como las puertas se cerraban o abrían para crear las condiciones de temperatura y humedad adecuada para la fructificación del champiñón.
En algunos accesos se observan restos de cal, producto necesario para la desinfección previa de la cueva, en la que se limpiaban paredes, techos y suelos rociando con lechadas de cal. Tras realizar la limpieza se introducía el estiércol en el interior y se realizaban las camas o caballones, dejando un pasillo en el centro; también se podían utilizar bandejas o cajas que se colocaban en estantes.
Cuando la cama de estiércol alcanzaba la temperatura adecuada se sembraba el denominado blanco de champiñón, micelio generado a partir de las esporas del hongo, cuyo crecimiento daba lugar a la seta comestible.
Fuente: Museo de Villena