Testimonios dados en situaciones inestables

Voté lo que voté, se lo juro, creyendo que era algo bueno para Villena

Hace unas semanas cometí un pecado del que quizá nunca pueda redimirme. Eran las elecciones locales, y voté de todo corazón a una formación política con la que estaba razonada y razonablemente de acuerdo. De verdad, voté conscientemente y después de pensarlo muy bien. Me considero una persona democrática y dialogante y sinceramente inclinada a respetar a los que son diferentes a mí.
No quiero parecer pretenciosa o aparentar falsa modestia, pero creo que soy una buena persona, dispuesta a asumir sus responsabilidades con mesura y sin prejuicios. De modo que fui al colegio electoral que me correspondía, me coloqué delante de la urna, me pidieron el carné, leyeron mi nombre y, con normalidad y sin malos pensamientos, deposité los sobres. Voté lo que voté, se lo juro, creyendo firmemente que mi decisión era algo bueno para mi ciudad, Villena, y que con mi voto yo contribuía humildemente a que ella siguiera avanzando hacia un futuro mejor para todos, un futuro de convivencia y respeto; y lo hice sabiendo que mucha otra gente votaría a otros partidos políticos y lo haría de forma libre y democrática, de acuerdo a sus buenos deseos, pensamientos y creencias. Y también puedo prometerle que voté, como no puede ser de otra forma, contemplando todas las posibles implicaciones que podía conllevar mi decisión, incluida la de que el partido al que yo votaba tuviera que pactar (cómo no; casi siempre es necesario en democracia y casi siempre ha sido así en Villena) con otros partidos para poder conseguir una mayoría suficiente y trabajar en ese futuro. [Se tapa la cara para ocultar la vergüenza.] Pero ahora resulta que no, que lo que voté está mal, que lo que voté es algo así como un crimen o un pecado o una afrenta merecedora del más grande castigo que se pueda imaginar, porque, según dice otra gente, las personas a las que voté (a muchas de ellas las conozco desde hace años y siempre me han parecido personas sensatas), y que decían que iban a hacer un montón de cosas buenas, van a pactar con otras personas (con las que he tenido trato en numerosas ocasiones y me merecen respeto), que también decían que querían hacer un montón de cosas buenas, y al juntarse todas esas personas, que por separado afirmaban que iban a hacer un montón de cosas buenas para la ciudad, lo que van a hacer en realidad son solamente cosas malas, malísimas, lo peor de lo peor, porque por separado sus intenciones eran buenas pero al juntarse sus intenciones se vuelven malas, muy malas, y su único objetivo es acabar con Villena, reducirla a escombros, convertirla en un infierno en el que impere la barbarie y el caos y el mal con mayúsculas para todos sus ciudadanos, yo incluida, y empiezo a sentir miedo y arrepentimiento y dolor, porque no puedo soportar que por mi culpa se cierren las bibliotecas y los museos y los comercios y los centros de salud, y quizá mueran niños y ancianos y parados, todo por mi culpa. [Llora con sinceridad y remordimiento.] Si pudiera volver a votar, le juro que votaría al partido al que han votado esas personas que dicen todo eso, porque según dicen esas personas parece ser que ese partido, si pacta, es el único de Villena que no se vuelve absoluta y aterradoramente diabólico.

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