Estación de Cercanías

Votó la ilusión

Y en un número de votos tan espectacular que ha concedido al PP una mayoría absoluta desconocida en Villena. Ha votado el deslumbramiento, rellenando la quiniela de resultados con unas variantes inesperadas en esa magnitud, con las sabidas consecuencias para algunos; resultados que tal y como cantaban la noche del pasado domingo durante el escrutinio de las 52 mesas electorales, supo a goleada, una victoria aplastante que no deja lugar a dudas. Ha ganado quien ha conseguido ilusionar.
Aquellos que han realizado una impecable campaña electoral –con más dinero que nadie, me dice alguien, y es muy posible, pero ha estado perfectamente diseñada, estructurada, puesta en escena y, lo más interesante, apoyada por un sector importante del comercio que ha mostrado públicamente y sin miedos su inclinación política. Puede ser que este triunfo sin paliativos se haya debido a la presentación en sociedad de caras nuevas y jóvenes en muchos de los casos, y que esta condición haya sido determinante para conseguir el confiado voto del “¿y por qué no?”, que ha llenado las urnas con la alegría del que compra zapatos nuevos sin saber las ampollas que les pueden causar al caminar con ellos. Ha podido ser por la apuesta por una renovación casi íntegra, por la captación de gente que puede ser válida, por un relevo generacional que yo personalmente he echado en falta en otras formaciones… pero se trataba de ganar, y eso es lo que han hecho.

Y hay que reconocerlo abiertamente, sin velos ni recelos, porque si sabemos identificar y valorar el éxito ajeno llegaremos al porqué del fracaso propio. Para esta columnista el triunfo ha caído del lado de aquellos que han sabido vender una expectativa, que el tiempo se encargará de demostrar si se hace o no realidad, para los que han dejado entrar en su terreno a los indecisos, para aquellos que han sabido vender en imágenes unos proyectos que han entrado por los ojos tan espectacularmente que han dejado mudas las miles de palabras pronunciadas por sus adversarios y que han conseguido, y esto es muy importante, generar en 9.656 villeneros y villeneras el deseo de acudir a votar.

En definitiva, se han llevado el gato al agua los que han logrado volver a poner en marcha el motor de la ilusión con las mismas promesas de siempre: rehabilitación de la plaza de toros a coste “0” para las arcas municipales, trasvase de aguas limpias, zona cero, centro de ocio, alejamiento del ferrocarril, estación de largo recorrido, 3.000 viviendas de protección oficial, etc., etc.

Pero… la Real Academia define la ilusión en una de sus acepciones como “Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugerido por la imaginación o causado por engaño de los sentidos”, y una ilusión no deja de ser lo que reza esta definición; la generación de un sentimiento ambiguo, sin solidez, fabricado en la mente, que se deberá ir haciendo realidad desde sus primeros pasos, pues de lo contrario, y espero que sean conscientes de ello, el riesgo que supone ganar con la ilusión si llegado el momento o presentada la ocasión esa esperanza no se convierte en corpórea y se hace tangible es muy alto, tan alto que mostrará su anverso con la misma intensidad. La desilusión, el desengaño y las reacciones que desencadene el incumplimiento de esas promesas motivadoras de sueños despejarán las nubes de humo y pedirán cabezas si se sienten engañadas; pero el pueblo ha hablado, la voluntad popular ha dictado sentencia y ha depositado una confianza sin parangón en nuestra ciudad hacia unas siglas, ha dejado en la suplencia a otras y ha condenado al exilio al resto. Desde ayer, el tiempo tiene la palabra.

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