Testimonios dados en situaciones inestables

Y un inesperado espíritu navideño invadió cruelmente la cena de empresa

Dicen que el rumor empezó en la mesa 7, la de los administrativos del departamento de recursos humanos. De allí pasó a la mesa 8, donde la mayoría eran operarios de almacén de baja categoría laboral del departamento de distribución y logística muy sensibles a los rumores de despidos en esta época de crisis.
Lo que sí parece comprobado es que fue en la mesa 6, compuesta por veteranos del departamento de inspección y bienestar animal, donde empezaron los primeros aspavientos y comentarios irritados. Se dice que el jefe de la sección sanitaria agarró con fuerza un cuchillo con su mano izquierda y un tenedor con la derecha e hizo el gesto inequívoco de querer plantarse sobre la silla para increpar a la multitud, pero la persona que estaba a su lado, el adjunto de servicios agrícolas, persona comedida y leal y defensora de las buenas maneras, lo retuvo haciéndole una maravillosa llave de judo. En lo que todo el mundo coincide es que fue en ese momento, el de los cafés y chupitos y el consumo desvergonzado de bebidas de alta y variada graduación alcohólica y de estimulantes prohibidos dispensados amigablemente en los aseos, cuando un inesperado y diferente espíritu navideño invadió cruelmente la cena de empresa, documentado por el hecho de que un primer trozo de pan rancio e insalubremente mordisqueado voló a la mesa presidencial desde la mesa 9, ocupada principalmente por integrantes del departamento de calidad que ya se levantaban con expresiones objetivas de indignación mientras que los comensales de la mesa 10, jóvenes becarios del departamento jurídico extremadamente preparados y con infinidad de másteres de nombres impronunciables y sueldos miserablemente mutilados por todo tipo de lícitas argucias legales, organizaban la primera oleada de asalto a las mesas 2 a 4, las de los accionistas mayoritarios y ejecutivos cuyos rostros reflejaban con estupor la sorpresa cercana al pánico por la súbita y peligrosa reacción de los estamentos medios y bajos de la empresa. Pero lo más espectacular fue el modo en que las secretarias y recepcionistas y atractivas relaciones públicas, repartidas entre las mesas 14 y 15 y abandonadas completamente por todo protocolo de educación, adquirieron la formación romana de ataque conocida como de flecha y se cobraron varias víctimas entre los directores de departamento que fueron vapuleados inmisericordemente sobre los estanques de mariscos vivos y los carritos de postres relamida y falsamente presentados como caseros. Cuando eso ocurrió, el rumor ya se había convertido en un grito, aunque su contenido no terminaba de concretarse. Unos hablaban de reajuste con un 50% de despidos en todos los departamentos y bajada de sueldos del 20% para los que tuvieran la suerte de seguir contratados. Otros comentaban que la empresa iba a ser absorbida por un ogro financiero para aprovecharse de ayudas públicas y después ser desmantelada. Algunos se atrevían a sugerir que iba a ser criminalmente demolida con todos los trabajadores dentro por un oscuro asunto de seguros y reaseguros. Lo único cierto es que un porcentaje elevado de ejecutivos y altos cargos, aunque no desvelado por el departamento de comunicación, ha sido dado por desaparecido, y que un número indeterminado de auxiliares administrativos, mozos de almacén y vigilantes nocturnos aún resiste atrincherado en el salón de banquetes. Por cierto, del informático nadie sabe nada; hay quien dice que ni siquiera asistió a la cena.

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