Zero Patatero (I)
Hay veces que las personas, en su afán por demostrar su grado de estupidez, alcanzan cotas inimaginables. Si Uds. tienen la posibilidad de viajar, pongamos por ejemplo, de Valencia a Bruselas por 80 euros, sin escala y con aviones con menos de 4 años de antigüedad, ¿preferirían tomar otro vuelo, con escalas, con aviones bastante más viejos y por un precio entre 4 y 6 veces más caro? Yo les considero inteligentes y puedo suponer la respuesta, como también puedo suponer el calificativo que aplicarían al artista que realizaba una crítica menospreciando mis preferencias viajeras.
Cualquiera tomaría el vuelo más económico, lo contrario podría transmitir una sensación poco fiable. Porque si en algo tan elemental, uno se dedica a gestionar tan mal los recursos disponibles como se supone por sus críticas, ¿qué no haría este señor si tuviese acceso a, pongamos por caso, una gestión de recursos municipales? Puedo suponer, con poco margen al error, que sería un desastre.
Curiosamente, aquella columna que tan poco le gustó a este, mi lector habitual, hablaba además de lo bien que viven los políticos y sus allegados, ese era el tema de la columna y no los vuelos baratos. Pero de esto no mencionó nada, ¿por qué? Tal vez porque se siente identificado con alguna de las figuras descritas, obviamente, no con la del político ni del gestor.
Miren Uds., a mí me importa bastante poco lo mucho que puedan cobrar los políticos, sus allegados y sus personas de confianza siempre y cuando, todos ellos, cumplan con honestidad y transparencia sus funciones. Cuando hablamos a nivel local, con más motivo, porque nos toca muy de cerca. Lo que espero de un político y de su equipo de colaboradores es que pelee por la ciudad y no anteponga sus intereses particulares o su carrera política a los beneficios e intereses de la ciudad. Parece que estoy empeñado en algo imposible, visto lo visto, está claro que seduce más el qué dirán en el partido.
Y puesto que estoy firmemente convencido de que uno nunca está en posesión de la verdad absoluta ni tiene siempre las mejores ideas, considero que un político gobernante eficiente es aquel que es permeable a las sugerencias de sus opositores, a las críticas de sus opositores y especialmente, a las señales que el ciudadano le envía, sea de forma directa, sea a través de tertulias de café o a través de las asociaciones vecinales, las cuales, politizadas o no, son las que mantienen un contacto más directo con el grueso de la población. ¿Sucede esto así? Pues en la mayoría de las ocasiones, no.
He sido testigo de cómo, en otras legislaturas, la posición del gobernante era mantenerse a la defensiva. Llevarle una crítica con la mejor intención del mundo equivalía a que te catalogase como está contra mí cuando era justamente lo contrario. Lo que ocurre, claro está, es que cuando te tratan como a un enemigo, terminas por serlo y finalmente llevas tu voto y cuantos otros puedas a cualquier otra opción política. Podría llegar a afirmar, sin temor a equivocarme, que esa actitud llevó al gobernante a sentarse en los bancos de la oposición, con lo fácil que hubiese resultado escuchar para comprender y tratar de hacerse escuchar para ser comprendido.
Y al final, resulta que casi he escrito las 600 palabras de la columna y del tema que yo quería hablar esta semana, la famosa Zona Cero del ocio, no he dicho absolutamente nada. También es verdad que de dicha Zona Cero, tan cacareada en periodo electoral, tampoco hay nada, es decir, Zero Patatero. Esperaremos, pues, a mejor ocasión.