Vida de perros

A capítulo

Señores, señoras, queridas personas, lamentándolo mucho creo que va llegando el momento de llamar a capítulo a ciertos vecinos y ciertas vecinas para quienes los plenos se asemejan más a una lapidación que a un ejercicio democrático. Similar a lo que ocurre cuando una persona con autoridad –monitor, profesor, policía, funcionario de prisiones– amonesta a un individuo en público y en el corrillo consecuente, desde las sombras, voces anónimas abuchean, insultan e increpan creando una tensión alejada de los hechos pertinentes (lograr el caos es una buena estrategia para acabar con algo, aunque sólo quede caos después). Similar al que tira la piedra y esconde la mano, por tirar piedra en lugar de ejercer su derecho, por esconder la mano en lugar de dar la cara (o peor: tirar la piedra sin esconder la mano, siendo la piedra, piedra, y siendo el amparo cobarde la prudencia y la respetabilidad del otro). Similar a una muchedumbre enfurecida un eufemismo de masacrar a quien no hace lo que queremos.
No quiero conocer los hechos ocurridos en el pleno municipal del pasado día 28. No los hechos de los que se toman nota, no. Sino de los otros, de los que unos no quieren recordar ni tomar nota por vergüenza ajena y otros (se supondrá que tampoco) por protagonismo infame. No puedo evitar preguntarme, y perdonen la interrupción del hilo: ¿cómo se le queda el cuerpo a una persona después de pasar unas horas gritando a otras personas: “hijos de puta”, por ejemplo? ¿Cómo se queda el cuerpo tras confabular para evitar los cauces democráticos tomando la estrategia de la insolencia y el desacato, burlando así el derecho del resto de ciudadanos? ¿Cómo se le puede decir a alguien que no quiere a su ciudad por tener una opinión diferente a otra, por creer que algo es lícito e importante para su ciudad en contra de otras valoraciones?

Como imágenes de Villena quedan las que recogen a Chapí, a Soler, a nuestro Castillo, si quieren, pero también, como recogía el día 29 un periódico provincial, los mensajes amenazantes que recibía uno de nuestros concejales, de forma anónima –cómo iba a ser de otro modo–, sin insinuaciones y sin miedo, manifestando a voz en grito, tal que asesino profesional, que la integridad física de nuestro concejal corría el máximo de los peligros. Me estremece comentarlo. Me estremece compararlo con quienes todos sabemos: no por la independencia –y del peor modo– sino por la realización de un proyecto. Sólo queda decir que, una vez conocido el inicio del procedimiento correspondiente, hay que desear con fuerza el buen desarrollo de las pesquisas para encontrar al o la instigador. También apoyar a esta persona, el Sr. Ayelo, porque no sólo nadie quisiera estar en su pellejo, sino que además él tampoco debería nunca haber sufrido tan irritante y espeluznante circunstancia. En cuanto a quienes –incluso– no lo ven desacertado, invitarles a la contrición, a pensar de qué materia estamos hechos y qué sentido tienen nuestras vidas, porque cuando se llega a estas acciones y estos deseos no cabe reflexionar sobre cosas menores.

Como ven no comienza bien el año, más acertado sería decir que no lo finaliza, pero eso sería pensar que al comenzar un año todo lo anterior termina, y eso, por fortuna y desgracia no es lo que sucede. Nos quedan meses de espectáculo cansino, de acusaciones, de mentiras, meses penosos que nos llevarán, entre otras cosas, al referéndum que con tanta ansia algunos piden. Llegará ese momento, y espero que sin presiones ni amenazas cada cual expresará en las urnas lo que crea oportuno.

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