Apaga y vámonos

¿A qué esperamos, Pachi?

De lo leído estas últimas semanas a cuenta del déficit de la piscina cubierta, uno, que es un poco lerdo con los números, deduce –estudios de viabilidad, concesiones administrativas y contratos al margen– que el centro deportivo no ingresa lo que debería porque no cuenta con los clientes/usuarios necesarios para cuadrar sus cuentas.
En mi ignorancia, sigo suponiendo que los clientes son los que son, es decir, que hacen uso de dichas instalaciones quienes quieren y pueden hacerlo, imaginando que serán muchos los que quieran pero, dadas las circunstancias económicas, no está el horno de los gastos para bollos y “lujos” como éste es uno de los muchos a los que han tenido que renunciar no pocos ciudadanos para poder seguir comiendo y pagando la hipoteca y el resto de sus facturas.

Y hasta aquí llega la lógica, porque lo cierto es que me he quedado de piedra al enterarme de que hay una lista de espera de 70 personas –hace una semana, que lo mismo ya son más– dispuestas a disfrutar de una oferta (x horas diarias o a la semana a x precio) lanzada por los gestores de la piscina, que sin embargo están diciendo al personal que el cupo está lleno y que solo van a poder disfrutar de esa oferta si se da gente de baja. Es decir, aunque resulte una tremenda obviedad escribir esto, que hay más clientes potenciales de los que figuran inscritos en la piscina, que la gente está demostrando fehacientemente que tiene ganas de ir, aunque sus circunstancias personales no le permiten pagar 50 euros al mes pero sí 25 (es un poner). Y la empresa, en lugar de ampliar los horarios o turnos de la oferta, se limita a decir que se inscriban en la lista de espera y crucen los dedos, porque el cupo es el que es y hasta aquí hemos llegado.

Imagine ahora que tiene usted una empresa que ha perdido en un año 619.000 euros, pero hay clientes llamando a su puerta diciéndole que si en lugar de a tres vende usted su producto a dos, van a comprarle. ¿Qué haría? ¿Estaría dispuesto a reducir al máximo sus márgenes –de manera temporal, hasta que pase la tormenta– a cambio de aumentar sus ventas y, en consecuencia, reducir sus pérdidas? Creo que es lo que haríamos todos, de hecho muchos ya lo han hecho, entre otras cosas porque si mi negocio pierde dinero, lo pierdo yo, nadie más.

En el caso de la piscina, en cambio, el dinero que pierda lo pondremos todos los villeneros, por lo que a la vista de los hechos –la existencia de usuarios en lista de espera– no entiendo a qué narices espera nuestro ayuntamiento para obligar a los gestores de la piscina a rebajar sus tarifas, una rebaja anunciada hace meses y que, como tantas otras cosas, no ha quedado más que en palabrería hueca de quienes, si se estuvieran jugando su propio dinero, actuarían de otro modo sí o sí.

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