Apaga y vámonos

A un año vista

Y el equipó de gobierno respiró. Tras tres años gestionando la miseria de las cuentas públicas, ha dejado de hablarse de la deuda de la plaza o los problemas de la piscina –no es que no sigan ahí, pero la situación se ha normalizado, y en cuanto Valencia pague lo que debe el ayuntamiento vivirá muy desahogado– para discutir sobre en qué calle o barrio debemos invertir un dinerillo que nos sobra.
El momento, el preciso. A un año vista de las próximas elecciones locales, es decir, que andaremos cortando cintas y sacándonos fotos casi encima de la cita electoral, y pudiendo presumir –con razón, dicho sea de paso– de haber logrado sanear la situación de las arcas municipales, aunque el máximo responsable de la cosa, David Molina, ya no forme parte de las próximas candidaturas y en consecuencia no pueda capitalizar en votos el éxito de su gestión.

Para el equipo de gobierno, qué duda cabe, la situación supone un importante balón de oxígeno –una buena noticia económica al fin–, hasta el punto de que en lugar de dejar salir a hablar en primera instancia al concejal que va a gestionar estos proyectos, Pablo Juan Martínez, hubo codazos y discusiones por ver quién salía a vender la buena nueva –al final uno por barba, Pachi, Flugen y Pedrosa–, y de milagro no nos hemos tenido que comer la foto de ver al equipo de gobierno al completo posando para explicarnos lo buenos que son.

No obstante, ahí terminan las buenas noticias para nuestros gobernantes, porque el pegamento que ha unido a este equipo de gobierno está cada vez más reseco y a medida que se acercan las elecciones van reventando las costuras. Posiblemente sean Los Verdes la formación más estable, aunque no obstante, y a la espera de que Pachi confirme su continuidad como candidato, pierden la baza de David Molina y tendrán que ver qué pasa con Merce Menor, cuyas relaciones con muchos miembros del equipo de gobierno –y no solo del PSOE– andan cada vez más deterioradas. Los socialistas, por su lado, viven en un estado de ansiedad permanente, debatiéndose entre la posibilidad de una caída total al precipicio o resurgir con una lista regeneradora e ilusionante –ya circulan varias, con sorprendentes ausencias– que vuelva a confirmarles como una fuerza hegemónica en la izquierda de nuestra ciudad. VCD, el tercero en discordia, es una incógnita. Anunciada la marcha de Richart tras resolver favorablemente lo de su casica de campo, falta por ver qué harán Pedrosa y compañía… mientras que sobre el partido sigue pendiente una decisión judicial a cuenta del enfrentamiento entre sus dos caras más visibles.

Súmesele a esto, desde el espectro sociológico de PSOE y Verdes, la vuelta de Izquierda Unida al panorama electoral y la posible aparición a nivel local de Podemos, para concluir que la relación de fuerzas no parece nada clara a estas alturas de la película.

Con todo, hay motivos para retomar el optimismo por parte de los actuales gobernantes, porque en la acera de enfrente tampoco andan para tirar cohetes, y aunque se quiera vender la burra de una apariencia de normalidad, la marcha de Celia Lledó ha coincidido en el tiempo con intensas tensiones internas y con el comienzo de los codazos para intentar hacerse un hueco en la próxima candidatura, para cuyo número 1 hay distintos aspirantes avalados por las diversas “familias” que componen el partido y/o por las alturas provinciales y autonómicas.

En definitiva, que está todo el pescado por vender y a la vuelta del verano se nos avecina un curso político muy movidito. Al tiempo.

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