Opinión

Abierto por vacaciones

Este verano, aunque sólo como colaborador de este periódico, he tenido vacaciones. Unos las han pasado ya, otros todavía las están disfrutando, algunos las empiezan ahora y luego están los que ni han tenido, ni, por ahora, las van a tener.
Todavía recuerdo cuando iba al colegio y tenía un largo y emocionante verano por delante. En aquellos días el tiempo pasaba muy despacio y encima eran tres meses antes de volver al colegio. Ahora sólo tienen ese privilegio los que se dedican o su trabajo se relaciona con la enseñanza, que al igual que sus alumnos tienen tiempo de olvidarse de como era la rutina e incluso de añorarla. ¡Menudo chollo!

Si tienes 15 días de vacaciones, o sea, dos semanas, y pasas una semana arreglando asuntos pendientes y tareas que tenías por hacer, te queda una mísera semana para descansar. Por lo general, la gente ocupa este tiempo libre en actividades de ocio, si es posible alejados del lugar donde viven. A los que no han tenido o no tienen vacaciones siempre nos queda el consuelo de que ya las tendremos, y entonces serán los demás los que tendrán que buscarse un consuelo, o como algunos dicen, que como no tienen ni un euro para qué quieren tener vacaciones. A ver si al final resulta que donde mejor está uno es trabajando.

También se quejan diciendo que si te bañas en la playa te pican las medusas o si te vas a pasear por la orilla te salen agujetas, eso si no acabas con la piel más quemada que la mesa de despacho de la vicepresidenta del gobierno. Si hablamos de la piscina se te irritan los ojos o te entra agua en los oídos. Y para colmo, cuando vuelves al trabajo se te ha amontonado y tiene que estar terminado antes de fiestas, que vienen a ser otras “vacaciones” de las que, si te quedas, puedes salir más cansado que cuando las empezaste.

Algunos dicen que las vacaciones están pensadas para prevenir el estrés y ser más productivo a la vuelta al trabajo, pero yo creo que realmente son días de abusos, descontrol, sobre todo horario, y de hábitos poco habituales que nos dejan una marca que tarda un tiempo en desaparecer, un poco más que el bronceado, aunque dicen que si no te duchas aguanta más. No sé, yo creo que eso ya no es moreno, eso es lo que todos conocemos por “roña”.

Estos síntomas, similares a los de la resaca, se conocen con el nombre de síndrome post-vacacional, y vienen a resumirse en tres cosas: el cansancio, el insomnio y las pocas ganas de trabajar. Vamos, como un lunes pero a lo bestia, teniendo como causas la alteración de la rutina y el cambio en nuestro reloj biológico. Se podría decir que es porque en vacaciones se hace todo lo que no hacemos rutinariamente, levantarnos tarde, comer tarde, dormir la siesta y acostarnos tarde, por lo que el reloj se acostumbra a un horario que luego es difícil de volver a regular. Si a algunos se les estropea el reloj en dos escasas semanas de vacaciones, imagínense el trauma fisiológico y psíquico que deben padecer los profesores y maestros, “pobrecicos”.

Lo dicho, hemos estado de vacaciones y trabajando, algo impensable para un monoempleado. Con una semana no hemos tenido tiempo de malacostumbrar a nuestro mecanismo biológico, pero si hubiera tenido que escribir no se cómo lo hubiera hecho porque, como siempre que llegan las vacaciones, planeas aprovechar al máximo todo tu tiempo libre, planificando una enorme cantidad de cosas que, suponiendo que vas a tener tiempo, te gustaría hacer, y que acaban quedándose en eso, una simple lista de cosas por hacer.

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