Ablación sin hache
Que en general consiste en una práctica para separar una parte de otra. Puede ser el clítoris o un dedo. ¿Se imaginan la ablación de un dedo? ¿Se imaginan a un filósofo corto de entendederas? Desconozco si existe este tipo de espécimen, aunque en las españolísimas provincias de Cataluña hay un filósofo antitaurino llamado Jesús Mosterín que ha sido capaz de comparar la tradición taurina con la ablación del clítoris y otros maltratos a las mujeres. A la hora de escribir esta columna, todavía no se ha disculpado.
Una vez, al genial torero Rafael Gómez El Gallo le presentaron a José Ortega y Gasset. En uno de los lances de la tertulia, el diestro de Gelves le preguntó a qué se dedicaba. Soy filósofo. Me dedico a pensar, respondió Ortega. ¡Hay gente pa tó!, fue la respuesta de El Gallo asombrado.
No hace falta que sea yo quien afirme que la res filosófica no implica necesariamente que la densidad de la sesera sea la adecuada. Afortunadamente, desde doña Leire hasta don Mariano, todo el mundo con sentido común ha censurado la insensatez.
Violentos, torturadores, asesinos, inmorales y otras injurias parecidas son proferidas por los antis impunemente contra quienes estamos enamorados de esta fiesta. Por mi parte les aseguro que -por descontado- nunca he usado la violencia, ni he torturado, ni he asesinado a nadie aunque soy un pecador normal y corriente, con mis ataques de ira, reconozco que algo inmoral, políticamente incorrecto y en ocasiones indiferente.
Mosterín hace de su capa un sayo con tal de conseguir el objetivo. Mosterín se parece a personajes de otras épocas en las formas y en el contenido. Ejerce el cinismo y el uso torticero de la figura femenina para defender su obsesión antitaurina ¿No tenía más argumentos el señor filósofo? Porque hay unos cuantos más que razonables y que merecen mi respeto.
¿Saben ustedes por qué comprendo a quienes sólo ven el sufrimiento del toro? Porque a mí también me cuesta mirar al ruedo cuando un toro se rompe un pitón o se parte una pezuña, que son cosas que suceden de modo accidental o por hacer mal las cosas durante la lidia. En estas ocasiones he apreciado un sufrimiento real en el toro, un sufrimiento que nada tiene que ver con la codicia que muestra una res brava para repetir en el caballo después haber recibido una vara.
¿Qué hace más daño a la sociedad? ¿Espectáculos como el toreo o los cínicos farsantes e impostores o los políticos nefastos que cuanto más presumen de liberales más se empeñan en prohibir todo aquello que no les gusta?
Sin embargo cuando una puerta amenaza con cerrarse, otra comienza a abrirse de par en par porque en Madrid van a declarar la tauromaquia como un espectáculo de interés cultural. Es algo que también deberíamos promover en las demás regiones y provincias que tengan algún grado de relación con la fiesta de los toros.
Si se acercan aquí al lado la semana que viene, verán a un soberano hipócrita.