Apaga y vámonos

Adiós al onanismo

Pues eso, señora. Que como soy un pusilánime incapaz de aguantar sin fumar más que algunas horas recién entrado el año, pues he llegado a la conclusión de que algo había que dejar, lo que fuera. El gimnasio no va a ser, más que nada porque no voy; la cerveza y el escocés mucho menos, que hasta ahí podíamos llegar; y el sexo… el sexo no es que lo deje yo, es que parece que me ha dejado él a mí.
Llegados a este punto, amigos lectores, he de decirles que tampoco voy a dejar el vicio de Onán, al que únicamente he recurrido (para escribir esta columna, digo) con objeto de llamar su atención con un título llamativo. Y como sé que estas cosas hacen que uno se detenga y empiece a leer, es decir, como sé que ya he captado su atención, les pido ahora que sigan leyendo y así podrán enterarse de que lo que realmente voy a dejar aprovechando el año que empieza es la compañía ONO.

¿Cómo llamaría usted a una persona o empresa que, por un error únicamente achacable a su gestión, le envía una factura que asciende a casi el doble de lo que debería ascender y, cuando usted se da cuenta y decide no pagar hasta que subsanen el error, le cortan el servicio? Y claro, en estos tiempos tan digitales, tan e-mail y tan Internet, ¿cómo vas a quedarte sin conexión a la red cuando tu trabajo depende en gran parte de dicha conexión? Haciendo de tripas corazón, a sabiendas de que te están robando, finalmente ordenas la transferencia y esperas que automáticamente te devuelvan lo que es tuyo. Craso error, amigos. Te han facturado de más, te han dejado sin servicio, les has pagado de más (y ya veremos cuándo y cómo devuelven ese dinero, si es que lo devuelven) pero no te han devuelto la línea, qué va. Una amable teleoperadora te dice entonces que pasarán dos días desde que se haga efectivo el pago… y pasas no dos, ni tres, ni cuatro, sino cinco días a dos velas hasta que decides volver a llamar, en esta ocasión con machete en la mano y pinturas de guerra en la cara. Más teleoperadoras amables, las pobres, a las que no les puedes decir todo lo que piensas de su empresa más que nada porque a) ellas piensan lo mismo que tú o peor (este tipo de empresas son el paraíso de la explotación y los contratos-basura) y b) ni la chiquita, ni su superior, ni el superior de su superior, tienen ninguna culpa de trabajar para una panda de impresentables que se están forrando a costa de todos nosotros.

Pero bueno, el caso es que algo tienes que hacer y finalmente hablas con un enterado que te dice que sí, que tu línea ha sido pagada, pero que en la misma calle, dos portales más allá, hay otra línea que sigue sin pagarse. Les juro que no me lo invento. Como en mi calle hay un señor que no paga su línea, a mí me retrasan aún más la devolución de la mía, por la que he pagado casi el doble de lo que debería.

Aprovecharía el espacio que queda de columna para decir todo lo que pienso de ONO, pero como esta gente gasta más en abogados para joderte que en dar un servicio eficiente mejor no lo haré, aunque sí les recomiendo que escriban en Google las palabras “ONO” y “estafa” para hacerse una ligera idea de lo que piensan miles de españolitos de semejantes filibusteros. Hasta siempre, ONO. Ahí os pudráis.

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