Afición y dilema
¿Cantidad o calidad? ¿Jolgorio en el tendido o espectáculo íntegro? ¿Negocio o estafa? ¿Toros o monas? ¿Toreros o pintamonas? La crisis económica, que también ha destrozado el panorama taurino, ha permitido que afloren los peores males que puede sufrir la Tauromaquia, muy por encima de las dificultades económicas.
La realidad es que quedan pocos buenos aficionados y esto propicia que las plazas estén medio vacías incluso con el brutal descenso de festejos. En los tiempos de bonanza, cuando cualquier pueblo celebraba corridas de toros y las ferias importantes estaban sobredimensionadas, muchísima gente iba a los toros sin tener afición. Sólo aquello de la bota de vino y la sobarda.
Como se daban muchísimos más festejos de los que la lógica aconsejaba, proliferaron ganaderos procedentes de la burbuja ladrillera que compraban partidas de vacas y unos sementales pensando que todo el monte era orégano. Algunos de los ganaderos de verdad cayeron en la tentación y suavizaron el listón durante las tientas, para que sirvieran más vacas y tuvieran más toros, porque todo se vendía y todo colaba.
Ante este panorama los toreros pudieron mantener sus generosos cachets actuando en plazas de poca categoría por la poca categoría de sus públicos en cuanto a la afición taurina y ante reses de pena, por encontrarse sus facultades muy lejos de las exigibles a los toros bravos.
Los empresarios acapararon con las plazas, toreros y ganaderías, de modo que entre cinco de ellos podían y todavía pueden organizar la inmensa mayoría de los festejos sin contar con personal ajeno, monopolio que ha privado a los buenos aficionados de la posibilidad de ver a todos los toreros y novilleros enfrentándose con todos los encastes, que en Tauromaquia también en la variedad está el gusto.
¿Qué plazas han mantenido el tipo? Pues aquellas en las que la afición ha exigido desde siempre y sin interrupciones el toro íntegro y la variedad de castas: Madrid, Albacete, Pamplona y puede usted parar de contar.
¿Dónde está el dilema que trata de abordar el sector? ¿Sólo lidiar al toro íntegro y olvidarse del medio toro o dejar las cosas tal y como están? Mi opinión es clara y no es que piense así por el hecho de que yo no coma de esto, sino porque es la única posibilidad de supervivencia para la Tauromaquia, porque sólo sobre la base del toro totémico y en su plenitud se podrán seleccionar las reses de un modo estricto, lo que llevará consigo que muchos toreros que cobran un dineral se darán cuenta de que no son tan toreros como se pensaban y tendrá como resultado final un espectáculo donde no haya trampa ni cartón, por donde necesariamente pasa la única posibilidad de que reviva la afición a la Tauromaquia.
Quien quiera criar cabras está en su derecho pero queda visto que a los aficionados no nos interesan. Con el torete con pinta de mona no hay posibilidades de futuro ni aunque regalen los tacos de entradas o la UNESCO haga propio nuestro Patrimonio Cultural.