Al final, ¿de qué estamos hablando?
Si dejamos atrás la anécdota acerca del uso de la máquina quita-chicles, un artefacto presentado al más puro estilo teletienda el día de estreno de la Generala en Villena. Si dejamos atrás los chicles por minuto que la máquina es capaz de despegar de nuestras bonitas baldosas con el dibujo de nuestro Tesoro (sin olvidar enrojecer nuestras mejillas de vergüenza por la desidia y el incivismo que suponen esos cientos de miles de chicles pegados a nuestras aceras). Si conseguimos olvidar, sin negar la evidencia, la oposición responsable que acusa la ausencia de la máquina quita-chicles en nuestras calles desde su presentación, además de otras faltas en los compromisos de la nueva empresa de limpieza. Podremos centrarnos un poco, queridas personas, en la resolución del problema que acechaba a una de las líneas escolares de uno de nuestros centros educativos.
No es mi intención entrar en discordia. Atendiendo a los acontecimientos: supresión de una línea educativa por falta de alumnado, acusaciones entre colegios, puesta en marcha de comisiones escolares y ayuntamiento villenero, mediación del grupo de la oposición resolviendo la amenaza, acusación por búsqueda de protagonismo y declaraciones de oposición responsable. Atendiendo a todo esto, digo, reitero mi intención de no entrar en discordia. En realidad todo este culebrón me sobrepasa. Todo lo que no se enuncia como acción-reacción-solución, como Villena tiene un problema, Villena trabaja para resolverlo, Villena lo soluciona. Me sobrepasa. Bueno, tengo que reconocer que yo no espero que ustedes me voten, ni que dejen de votar a otro partido (tal vez, cada vez más, casi preferiría que dejaran de votar, pero eso es otra historia). El caso es que hemos tenido que padecer nuevamente las consecuencias de unas medidas restrictivas dirigidas a la ciudadanía que se sacrifica, eso no lo digo yo que lo dicen en el Congreso, y hemos tenido que padecer nuevamente en nuestra ciudad el espectáculo circense ávido de medallas. Porque de medallas parecía ir la cosa a tenor de las comparecencias de nuestras políticas en los medios. Intervenciones por cierto que agotan por la reiteración de argumentos no sé si con el fin hacer más extensas unas ideas que ya quedaron claras en la primera ronda.
Pero al final no es tanto por el circo ni por los siete giros gramaticales para venir a decir lo mismo. Al final por lo que uno comienza a indignarse es por la pérdida de perspectiva sobre el asunto en cuestión: correr es lo que debían hacer aquellas liebres en lugar de comportarse como zoólogas tratando de averiguar si eran galgos o podencos quienes corrían hacia ellas. Pero parece imposible funcionar del modo más racional (y menos invasivo), porque resulta que cualquier cosa que nos ocurra es ante todo parte del juego político, y luego un mal del que nos salvan o un mal que debemos afrontar (con entereza y sacrificio).