Vida de perros

Algunas cositas de mi barrio

Ayer, cuando salí del portal de casa para sostener sobre los hombros el infernal sol de agosto, tuve una breve charla con algunos de los vecinos que acostumbran a charlar sentados en unas sillas resguardadas en la oscuridad de una cochera abierta. Frente a ellos, en el asfalto, había dibujado un asterisco de color blanco y de un tamaño considerable. Me comentaba que él mismo se había tomado la molestia de indicar así un pequeño socavón del tamaño de media sandía que hasta el momento ya había provocado la caída de un par de vecinas. Y es que sí, en mi barrio acostumbramos a caminar por la calzada puesto que si algunas de nuestras aceras rondan el medio metro de anchura, algunas otras apenas superan los treinta centímetros.
Este mini socavón, en la calle Román casi a la altura del inicio de la calle Ritas, poco más arriba de una parada de autobús indicada por unas casi desaparecidas letras amarillas cuyo tamaño ocupa la totalidad de la acera: un baldosín y medio, es solo una cosita más que se suma a la lista de detalles por resolver en nuestro barrio de Las Cruces. De hecho si tras esquivar el asterisco cívicamente señalizado por Gaspar, giraras a la derecha y casualmente la calle estuviera despejada de vehículos, podrías observar como el asfalto está desgarrado de punta a punta de la calle a fuerza de desgate. Pero si siguieras la calle hacia la sierra, entonces te encontrarías con ese eterno poste de madera que sujeta unas cada vez más colganderas mangueras eléctricas de unos cinco centímetros de diámetro. Pese a todo es un barrio idóneo para vivir, tranquilo, con calles de casas y edificios de poca altura, con un buen vecindario que toma las aceras con sus sillas las noches de verano, con calles intransitables cuando arrecian las escasas lluvias, y con tierra y cal en las cañerías, que quedan embozadas cada vez que se realiza un corte de agua (generalmente para reparar siempre los mismos puntos donde, suponemos, las tuberías revientan los parches con que se repararon).

Desconozco, como casi cualquiera, cuáles son las intervenciones que nuestro ayuntamiento tiene pensado llevar a cabo durante los próximos años ahora que las deudas están saldadas y las contribuciones económicas ciudadanas comenzarán a engrosar las arcas; ahora que lentamente comenzaremos ese proceso de fin de legislatura y se comenzará a poner la carne en el asador con ejecuciones más vistosas y de mayor envergadura. Desconozco, claro está, cuál es la visión de futuro que tienen para este barrio, ahora que es además el portal a los nuevos parques, a las pistas de senderismo, a la montaña. Es también una zona de colegios, ideal para crear itinerarios escolares seguros. La ciudad también está aquí arriba y las posibilidades comerciales son cada vez más escasas, lo que nos lleva a desplazarnos a las calles céntricas, lo que resiente todavía más el comercio cercano. Yo creo que las Cruces es un barrio por el que apostar, con una buena intervención en los servicios y con algo de empeño en el embellecimiento, que necesita unas ideas claras sobre su identidad, ligada a su cercanía con la montaña y a la relación social de su vecindario.

Espero gustoso, como el resto del barrio, las propuestas que tengan que llegar y espero, tengo la esperanza, de que los proyectos sean precisos y útiles, que estén pensados y supervisados, para que no acaben como aquella rampa-escalera que solo es útil si vas circulando en uno de los sentidos de la calle, porque si vas por el otro lado con un carrito o una silla de ruedas, te verás en la obligación de bajar los veintitantos centímetros de altura que separa el asfalto de la acera, para llegar al otro lado y allí una vez salvada otra vez la distancia para subir a la acera, tomar esta rampa “semi-accesible” por llamarla de algún modo.

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