El Volapié

Alqvimia, tauromaquia y culto a lo femenino

La alquimia –con u– fue una antigua práctica precientífica que comenzó a practicarse en Mesopotamia y cuyo cultivo se extendió durante más de 2.500 años hasta que desapareció en la Europa del siglo XIX. Aunque adoptó múltiples formas, la cultura popular la ha inmortalizado por consistir en una serie de juegos encaminados a transformar los metales corrientes en oro.
Un alquimista no reglado en estos términos es el diestro Juan Mora, a quien quiero rendir un sincero homenaje tras su resurgimiento en la pasada Feria de Otoño de Madrid. Con su primero -de la ganadería de Torrealta- logró el milagro de convertir en oro los siete años de abocado ostracismo. En un abrir y cerrar de ojos, en un plis-plas de veinte pases, el diestro extremeño que ya no cumplirá los 46 años, fue capaz de hipnotizar a los miles de aficionados que nos asomábamos al albero de Las Ventas. Con un toreo que sabía a décadas mejores deslizó la muleta ni más ni menos que como establecen los cánones de la ortodoxia: zapatillas juntas y asentadas en la arena; los brazos estirados con desmayada naturalidad, cercanos al cuerpo y componiendo la figura; quietud en la pose, hieratismo en el rostro; y la suave franela roja, despacio, despacio, con dulzura y firmeza. Como Dios manda, como los alquimistas sacando oro de la nada.

Vuelvo a encontrarme con la alqvimia –esta vez con v– en el gabinete donde voy cada vez que puedo a que me cuiden un poco. Mientras me relajo con el aroma del agua del mar, leo las inscripciones de un bello cuadro: Las mujeres deben caminar hacia la libertad absoluta.

Me incorporo frotándome los ojos para asegurarme de que todavía se leer… porque sólo a través de la libertad de las mujeres los hombres también serán libres. Continúa el pasquín. Las mujeres sois la esperanza de la humanidad. Alqvimia, una de las mejores marcas de cosmética del mundo. Exclusiva, única, eficaz y verdaderamente natural. Ya veo, sólo se trata de una campaña comercial enfocada a mujeres con ganas de estar guapas. Menudo susto me he llevado al encontrarme mezclados todos estos términos.
Resulta maravilloso vivir en una era en la que el culto a lo femenino comienza por las propias mujeres deseosas de ser tan bellas como libres para conseguir el objetivo final de que también los hombres lo seamos.

Las mujeres –también los toros y el oro fácil– son la perdición porque sus destellos suelen ir marcando el camino del manicomio; los toros porque segregan una enzima que cuando entra en la sangre no te permite vivir en paz y el oro de sencilla factura porque nunca ha habido tiempos fáciles en los que el dinero colgase de los árboles.

No aplicable a las mujeres ministro que promueven medidas represoras para evitar que los ciudadanos pidamos la dimisión del presidente del gobierno durante la única ocasión que aparece en público, ¡vaya democracia!

Ni España sin toros, ni toros sin mujeres, ni ciudadanos sin libertad.

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