El Volapié

Amnesia histórica

Dícese de la dolencia que padecen algunos con respecto a nuestro pasado reciente, como por ejemplo ZP y otros C.B. De un tiempo a esta parte, desde los periodos en que estuvo hipotecado con CiU el gobierno Aznar, desde que ZP fue elegido secretario general del Partido Socialista Obrero Español, se ha instalado entre nuestros diputados y senadores la creencia de que durante la Guerra Civil los buenos sólo combatían en uno de los bandos.
Así el gobierno Aznar condecoró de manera colectiva a los excombatientes de las Brigadas Internacionales, mientras se condenaba explícitamente a los militares que pertenecieron a la Legión Cóndor. El tiempo con su perspectiva y la interesante labor de historiadores con otros puntos de vista han dado a conocer que ni tan idílicos fueron los primeros ni tan salvajes los segundos. A mi juicio lo mejor hubiese sido no menearla, pero en el caso que nos trae parece que hubiera resultado más coherente condecorar la calaña de todos.

Ya con ZP en el escaño presidencial comenzó la desinstalación de las estatuas del Caudillo y el expolio del Archivo General de la Guerra Civil. Las primeras veces aprovechando las horas del descanso nocturno y después a la luz del día con la mayor naturalidad, que hubiera sido lo lógico desde la primera hora. Análogamente opino que estos retazos de la historia es preferible no descomponerlos porque su presencia es didáctica, pero en su caso la vara de medir debe alcanzar a todo lo que encuentre a su paso, sin excepciones. Si la estatua de Franco ofendía a muchos españoles, la de Largo Caballero produce todavía el mismo efecto. Recientemente el congreso ha declarado este 2006 como el año de la Memoria Histórica. Memoria parcial me atrevo a puntualizar.

Las universidades españolas cantan en sus estatutos aquello de la independencia respecto de los poderes públicos que se recoge en la Ley Orgánica de Universidades, aunque eso no evita que la composición de sus órganos de gobierno sean continuamente el reflejo de la situación política, lo que da pie a que se otorgue el doctorado Honoris Causa a sujetos como Santiago Carrillo, sobre quien se cierne la presunta responsabilidad de los asesinatos de Paracuellos, aunque la comparte con Margarita Nelken y algún elemento de la masonería.

Mucho antes de que el Congreso comenzase con su actividad de resurrección de los fantasmas de la Guerra Civil, a mediados de los ochenta el Ayuntamiento de Villena aprobó la destrucción del monolito aquel que recordaba el paso de la comitiva fúnebre que trasladó los restos de José Antonio desde Alicante hasta el Escorial. Menos mal que los pantanos y la Seguridad Social cuentan con patente de corso, porque cuando los resentidos se ponen manos a la obra no hay quien los pare.

Las historias relacionadas con la Guerra Civil son sumamente desagradables, pero creo que era mejor dejarlas enterradas y encofradas en hormigón, como los residuos radiactivos que pierden su poder nocivo con el transcurso de muchos años. Miremos dentro de cada una de nuestras familias. Las razones que consideren tener unos y otros no justifican que después de setenta años ni tan siquiera dos españoles se peleen a propósito de esto. Actos heroicos y desmanes se cometieron en ambos bandos y como promedio general, los dispares historiadores coinciden en un terrible fifty-fifty que a nadie debería satisfacer ni homenajear.

¿Alguien sabe que entre las pertenencias personales de José Antonio había libros de García Lorca y Alberti? ¿Alguien sabe por qué asesinaron a Ramiro de Maetzú o a Miguel Hernández? ¿Alguien me puede explicar por qué ZP se empeña en remover todo esto?

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