Analfabetismo
Fundamentalmente hay dos tipos de analfabetismo. El primero es el analfabetismo histórico que a lo largo de los siglos ha privado a generaciones enteras de la posibilidad de acercarse al conocimiento mediante la lectura de libros. Este es el analfabetismo que ha impedido a muchas personas la posibilidad de crear sus propios criterios, es el analfabetismo que dejó en la cuneta a todos aquellos con suficientes cualidades como para haber desarrollado su inteligencia. Este analfabetismo, el histórico, el analfabetismo propiamente dicho, es el que propició que durante la Guerra que están resucitando algunos socialistas los exaltados se dedicasen a incendiar las iglesias, los monasterios y las estatuas de Berruguete. Con sólo cuatro ejemplos nos podemos hacer una idea de cuan terrible es el analfabetismo que, en este país (antes llamado España), está prácticamente erradicado.
Sin embargo, nos azota otro fenómeno peor, el del analfabetismo funcional, el del analfabetismo estructural. Este mal afecta a quienes saben leer y escribir, técnicamente hablando. Y sus consecuencias son infinitamente peores que las que ocasionaba el analfabetismo antiguo, porque el analfabeto funcional, en este caso analfabeta, a costa de no entender lo que lee llega a tergiversar el contenido de la lectura provocando acusaciones que no le voy a tolerar. Porque si he de aceptar con deportividad que la periodista, en el legítimo uso de su libertad de expresión, me apunte que estoy totalmente desacertado, no le voy a tolerar que me acuse de comparar a los asesinos de ETA con lo inmigrantes invasores (sic).
Efectivamente, soy un hombre que está en contra del terrorismo y en contra de la inmigración ilegal, que es lo mismo que decir que soy un hombre que está en contra de que se produzcan en España estos dos tipos de delitos gravísimos. También es cierto que estoy radicalmente en contra de que desde el Gobierno se esté negociando con la banda de asesinos y que desde el Gobierno se esté actuando de modo presuntamente irresponsable contra la oleada de inmigrantes ilegales.
No obstante, trataría de modo individual, personalizado y clemente a aquellos terroristas que se rindiesen, entregasen las armas, pidiesen perdón a las víctimas de los asesinados y se dispusiesen a colaborar con la justicia para el fin incondicional de ETA. De igual manera, me declaro partidario del trato igual a todos aquellos ciudadanos que con independencia de donde procedan, lleguen a nuestros pueblos con el propósito de integrarse y con el derecho a que sean respetadas sus costumbres, siempre y cuando hayan entrado legalmente por la frontera. En ningún caso soy capaz de discriminar a ningún ser humano por razón de su sexo, de su raza, de su religión o su procedencia. ¿Está claro, querida amiga? En todo caso me considero inflexible con el delincuente, con el ilegal, con el pederasta, con el violador, con el traficante de drogas y con el terrorista. Lo que no significa que podamos comparar al inmigrante ilegal con el pederasta, salvo que ambos están fuera de la ley y que deberían tener distinto tratamiento en función de lo dispuesto en nuestro ordenamiento jurídico. Ya me has dicho que no te gusta como pienso, pues así lo interpreto cuando dices que mis opiniones al respecto son totalmente desafortunadas, pero ¿eres capaz de comprender mis argumentos? Yo estoy haciendo el esfuerzo de ponerme en tu pellejo, alabo tu sentido de la solidaridad y quisiera creer que dedicas tu vida a hacer mejor la vida de los inmigrantes ilegales y que tu casa es un hogar de acogida. Mientras tanto, permite que algunos prefiramos que ambos asuntos se tratasen de otro modo. Por ejemplo, siendo más escrupulosos con la ley.