El Ordenanza

… and justice for all

El Ordenanza. Capítulo 149

Escena 1

  • Yo, señor, no soy malo, aunque no me falten motivos para serlo…
  • ¡Déjese de tonterías, hombre! Eso no tiene nada que ver con la pregunta.
  • Ya, Señoría. Es que mi libro favorito empieza así.
  • ¿Y cree que es información concluyente para su caso?
  • No creo, Señoría, pero ¿cree que podía dejar pasar la oportunidad de emular esa escena?
  • … no sé… debería usted ceñirse a contestar las preguntas que se le formulen.
  • No le quito la razón. ¿Sería usted tan amable de repetirme la pregunta, señor fiscal? Es que… se me ha ido un poco la olla con los nervios y…
  • ¡Por supuesto!
  • ¡Me juego mucho!
  • Sí.
  • ¡Pero no sea tímido, señor fiscal! ¡Dispare!
  • ¿Le sorprende a usted que la Guardia Civil incautara, la pasada semana, diecinueve mil doscientas treinta y siete cartas y ochocientas sesenta y seis postales de Navidad de su antiguo domicilio?
  • La verdad es que sí.
  • ¿Sí?
  • Eso dije, Señoría.
  • No estaban escondidas ¿Pensaba que nadie las encontraría?
  • No pensaba ni que sí ni que no.
  • ¿Puede ser más explícito?
  • No tenía conocimiento de la existencia de tal correspondencia.
  • Pero, usted era el cartero del pueblo, ¿no?
  • Sí.
  • Y las cartas llevan el matasellos de la oficina en la que usted estaba destinado, ¿verdad?
  • No lo sé, Señoría. Ya le dije que desconocía la existencia de las dichosas cartas.
  • Y… ¿no le parece demasiada coincidencia que, esas cartas, fueran remitidas dentro del período en el que usted prestó servicio en el municipio?
  • Pues… ahora que lo dice… sí que es una coincidencia, sí.
  • ¿Y qué me dice de que, ninguna de esas cartas fuese entregada a sus destinatarios?
  • ¿Cómo que no fueron entregadas?
  • Ninguna.
  • ¿Qué me está usted contando?
  • ¡Lo que le digo!
  • ¡Vaya! ¡Ahora va a saber usted más que yo!
  • ¿Asegura usted que las entregó?
  • Una por una, Señoría.
  • Se me peló el culo de recorrerme el pueblo de arriba a abajo con el carrito… bueno, de arriba a arriba, ¡que no veas la de cuestas que tiene el pueblecito de los cojones!
  • ¡Modere su lenguaje, señor acusado!
  • ¡Pero si es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad! ¡Es el pueblo más empinao de España!
  • ¡Hostia! ¡Esto no me lo esperaba! Jajajajajaja
  • Modere su lenguaje, señor fiscal.
  • ¡Es que este tío es de traca, señor juez!
  • ¡Orden! ¡Orden o desalojo la sala!
  • ¡Pero si estamos usted, mi abogao (que no dice ni mu, que pa mí que no tiene mucha confianza en ganar el caso), el fiscal, el ujier chiquitico y yo, Señoría!
  • … sí…
  • … y el ujier aguanta el tirón, pero se nota que, por dentro, está descojonao…
  • ¡Mira, en eso estamos de acuerdo, Fisqui!
  • ¡Oiga! ¿Qué confianzas son esas?
  • Disculpe, disculpe… ¡me he venío arriba!
  • ¿Qué les parece si nos tomamos un descanso y retomamos después de almorzar?
  • No sé, señor juez… considerando la soledad de mi celda, yo estoy bien así… acompañao.
  • Ya, pero es que voy con un café desde las siete y…
  • ¡Alma de Dios! ¿No sabe usted que el desayuno es la comida más importante del día?
  • Ya lo sé, señor fiscal, pero se me han pegado las sábanas y…
  • Por mí no lo haga, ¿eh? Ya le digo que aquí estoy guay. No quisiera yo demorar la Justicia Española.
  • No se preocupe: la Justicia es lenta. No creo que media hora y un bocadillo de lomo supongan el colapso de nuestra maquinaria judicial, señor acusado.
  • Vale, así aprovecho para ir al retrete.
  • Pues levanto la sesión durante media hora. Señor ujier, acompañe al acusado.
  • ¿Cree que me voy a escapar?
  • No, no. Es el procedimiento habitual.
  • ¡Ah! Pero… es que, si me siento observado… se me cierra el cuerpo.
  • Pues golpéese usted las rodillas con las manos, que eso relaja mucho el esfínter.
  • What?
  • … al menos, eso dicen…
  • ¡Ande y tómese usted un café, señor fiscal, que veo que tampoco anda muy fino! ¿Cómo se va a dar golpecitos en las rodillas esposado? ¡Se puede lastimar las muñecas, hombre!
    ¡Venga, nos vemos en media hora, que tengo un hambre que veo luces!

Escena 2

  • ¿Cómo se declara el acusado?
  • Culpable.
  • ¿Culpable? ¿Ciento diecisiete días, cuatro horas, treinta y ocho minutos y quince segundos de incongruencias para declararse culpable? ¡Esta sí que es buena!
  • ¡Joer, macho! ¡Era evidente! ¿Realmente se ha creído usted la milonga esa de que no sabía nada? ¿Y la de que era un complot de todos y cada uno de los vecinos del pueblo para poner fin a mi incipiente y prometedora carrera como cartero de un pueblecito del interior de una provincia del extrarradio? ¡Que usted es juez, oiga!
  • ¡Ya se lo decía yo, Señoría! ¡Nos estaba haciendo el paso!
  • ¡Ya se o decía yo! ¡Ya se lo decía yo! Como se vuelva a chorrear, le expediento, fiscal.
  • ¡Céntrese en el acusado, señor juez, que nos la ha metido doblada!
  • ¡Ustedes, que son unos panolis!
  • ¿Panolis? ¿A que te meto un anacardo?
  • ¡Pégame, chulico! ¡Venga!
  • ¡Orden! ¡Orden!
  • ¡He cumplido el sueño de todo español! ¡Tres años tocándome los huevos! ¡Tres años! ¡Ni una carta entregada! ¡Eso sí que es un récord y no el de Bob Beamon!
  • ¿Tendrá morro el tío?
  • ¡Y un sueldaco! El día uno ¡PAM! ¡Panoja al canto! ¡Menudos tres años! ¡Como el Emérito!
  • ¡Esto es indecente!
  • ¿Indecente? Indecente es que la mayoría de las cartas eran de los bancos, que acribillan a la gente con publicidad para luego joderles la vida con sus avisos de embargo. Si la ignorancia hace la felicidad, soy culpable de repartirla.
  • Es usted un inmoral.
  • Quizá, señor juez, quizá…
  • ¡Hale! Póngame una condena buena, que estoy ansioso por tirarme otro tiempecito de relax.

Escena 3

  • Le he dejado el correo en su mesa, señor alcalde.
  • Gracias, Avelino. Ojalá todo el mundo fuera tan eficiente como usted.

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