Añorando a AFD
Fueron unas Fiestas sin Andrés. Y para entrar en situación y escribir este artículo que queremos dedicado al añorado Andrés Ferrándiz Domene (AFD), el Andrés Ferrándiz Domene que ni es Andrés, ni Ferrándiz, ni Domene, he tenido que rescatar mi IBM. Y con mi IBM escribo. Recuerdo a los lectores que en la nomenclatura de AFD, IBM son las siglas correspondientes a Inmensa Barba de Marrueco. Esa barba que entre coyotes de turrón y nata del Chambilero, sombreros fez, manzanas bañadas en caramelo, jerséis peruanos y sequillos forma parte de la impedimenta que AFD elevó en sus artículos a la categoría de entes legendarios.
Porque tengo una IBM guardada entre mis pertenencias del festero que fui. Porque marrueco fui en mi adolescencia. Una IBM frondosa con la que escribo. Y suerte que mi barba era barba moderna, hecha con pelos que parecían de verdad. Si la IBM mía me mataba mi imberbe cuerpo de niño, al menos no me arañaba el rostro. Porque las había tiesas. De pelos durísimos como las cerdas de un cepillo de lavar. O aún más duros. Como alambre. La mía, afortunadamente, no. La mía era moderna.
Escribo añorando a AFD. Y le pido, sumando mi voz a las voces que le echan de menos, que escriba. Que no nos deje más tiempo sin reír. O si quiere, sin llorar. Sé que nuestro deseo le pesa. Y se convierte para él en un cáliz que quisiera apartar. Pero respetado su descanso, que doliéndonos comprendimos, ha llegado el momento de llamar a su quehacer. Si le agobia la tarea, que se joda. A todos nos agobia el escribir.
Con la perspectiva que me permite el conocer algo la historia del periodismo escrito en Villena puedo afirmar que el fenómeno AFD apunta unas páginas originales que sin duda serán valoradas en el futuro como ejemplares por su estilo, ingeniosas por su imaginación, inteligentes y, lo más difícil en esta profesión, novedosas. AFD ha hecho historia en la historia del periodismo local. No exagero. Ni estoy de coña. La edición del libro "¡Día 4 que me fuera! Aventuras y desventuras de un villenero universal" (Nativa Editores, Villena, 2006) fue un acierto que nos permitió ver como todo, todo lo que es AFD. Y visto el todo, nace la añoranza. AFD no derrotó camino de Tabarca. AFD no está desaparecido. Son bulos para justificar su silencio. Los que hemos conocido a AFD descubriendo que AFD no es AFD sabemos de sus razones, pero ya no podemos tolerar su mudez. Si a él le agobia la hoja en blanco, a nosotros también nos agobia la hoja en blanco. Si a veces una idea, una frase, una palabra le cuesta un siglo, a nosotros una idea, una frase, una palabra también nos cuesta un siglo. Por mucha mili que fardemos. Es verdad que el ejercicio ayuda casi convirtiendo en profesión lo que era juego difícil. Y aquí una razón para dar ánimos a AFD: la confianza en que pasando el tiempo, las agonías que le asustan ya no serán. Y lo que hoy parece que cuesta sangre, pronto, escribiendo escribiendo, le resultará divertimento. La otra razón es la seguridad de que durante este paréntesis de sequía, una tormenta por dentro se habrá estado fraguando en AFD que habrá de darnos dosificadas con paciencia las lluvias fertilizadoras de sus escritos.
No es coba lo dicho. Si AFD, después de nuestro requerimiento, sigue en su silencio, está en su derecho; pero no podremos sino lamentar que un día conocimos a quien desperdició, enterrándolos, sus talentos. No vale poner la miel sólo en los labios.