Apaga y vámonos

Apostando por los jóvenes y los empresarios

Nochebuena. Paz, amor e hipocresía a raudales, ya saben. Cuatro y poco de la mañana. El ambiente, en todo lo suyo. Y de repente, se apaga la música. Se encienden las luces. Se acaba la fiesta.
Eso no es nada normal en tal fecha, pero imagino que algún motivo tendrán los dueños del local para actuar así. Me relajo y llamo a unos amigos que se encuentran en otro bar para pedirles que nos esperen allí. “No venir, que están cerrando”, es su respuesta. Raro. Muy raro. Pero bueno, uno está algo cansado y se va a dormir sin darle mayor importancia ni reparar en lo extraño que es ver las calles tan llenas de gente a esas horas.

30 de diciembre. En otro local, pregunto al dueño a qué hora piensa cerrar en Nochevieja, y me responde que “a la que me dejan”. Insisto y me confirma que seguir abierto más allá de las 4 es participar en una rifa en la que te toca multa seguro. Es decir, en una de las noches más largas del año, en Villena te quedas a las cuatro sin la posibilidad de tomar algo o bailar, y los empresarios de hostelería, impotentes, tienen que bajar la persiana pensando en lo bien que les iba a venir en los próximos meses el dinero que se han quedado sin ganar por culpa de una política de horarios indigna de quien dice estar preocupado por el ocio de la juventud o por las necesidades de los empresarios locales.

5 de enero. Roscón de Reyes, última noche en la que los hosteleros pueden hacer una caja decente antes de la marcha de los estudiantes universitarios y del comienzo de una cuesta de enero que a saber hasta donde llega en 2013. Las 4 de la mañana. Plaza de Santiago. Aparece la Policía Local y, a su paso, bares y pubs van cerrando mientras cientos de personas se quedan en la calle –donde el ruido molesta mucho más a los vecinos que si estuvieran dentro de los pubs insonorizados– sin saber a dónde ir. Pregunto a dos agentes por qué actúan así, por qué tan pronto. Y amablemente me dicen que cumplen órdenes, unas órdenes que ascendiendo por la cadena de mando acaban en nuestro progresista concejal socialista de Policía y en nuestro no menos progresista alcalde verde.

La legislación autonómica, que es la que manda para estas cosas, establece muy claramente unos horarios, horarios que los sucesivos gobiernos de Villena –Rodes, Tortosa, Lledó– siempre han permitido ignorar en momentos puntuales (sobre todo, en Fiestas y las tres noches “gordas” de Navidad). Hasta este año, cuando un equipo de gobierno que se llena la boca hablando de su apuesta por la juventud y por los empresarios locales ha demostrado que en realidad ni lo uno ni lo otro, empujando a la gente a tirar de coche para trasladarse donde sí hay fiesta y poniendo todas las zancadillas del mundo a unos empresarios del ocio que, por si no tenían bastante con la crisis, han visto mermadas sus recaudaciones por culpa de los lumbreras que nos gobiernan. ¡Viva y bravo!

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