Opinión

Aquellos cafés instantáneos

Si cada uno de nosotros tuviéramos un poco de la bondad de Pepe Torres el mundo sería más humano

Viviendo en Villena interrumpía algunas tardes mis tareas para tomar un café con Alfredo Rojas y Pepe Torres. Tan gustosamente lo hacía que muchas veces echo de menos aquellos momentos de asueto. Un verdadero recreo. Era breve, pero intenso. El instante de encontrarnos donde la imprenta, acudir a alguna de las cafeterías del Paseo, tomar café y… Hasta la próxima. Charlando.

Alfredo murió en diciembre de 2004. Hace dieciséis años y pico. Nos parece ayer porque seguimos añorándolo cada vez que nos enfrentamos a una hoja en blanco como en tantas cosas que nos han ocupado que de buena gana habríamos compartido con él. Dieciséis años y pico Alfredo y Pepe Torres ahora. Dejándonos huérfanos de moral. Porque para ser mejores, necesitamos gente como ellos. Como Pepe Torres. Un ser irrepetible –decíamos a su hijo Juanjo– que, por irrepetible, queriéndolo, tendremos la necesidad de imitar. Si cada uno de nosotros tuviéramos un poco de la bondad de Pepe Torres el mundo sería más humano.

En aquellos cafés instantáneos, y en otras ocasiones con más detenimiento, descubrimos su ser tan fácil de querer. Quienes coincidieron en militancia, cuando militar era jugarse la vida, le han despedido como camarada, con el valor que ese sustantivo supone para quienes valoran la integridad.

También, en una sentida prosa como bella, su nieta Marta le ha dicho entre muchas cosas hermosas que era un jipi sin saberlo. Y es que Pepe Torres, lo miraras por donde lo miraras, resultaba atracción. Bonhomía es la palabra que creo que lo define. Tenía la virtud de hablar con el convencimiento de quien ha madurado su ser. Lo hacía sin petulancia y con el aval de la generosidad.

Algunas tardes paseo por las márgenes del río Segura siguiendo el rastro del sol que se escapa hacia Murcia por detrás del Molino de la Ciudad, ruina habitada por estorninos y grajillas. De regreso, encendiéndose la urbe, me digo que qué bien me vendría un café –aunque fuera instantáneo– con Alfredo y Pepe para saber si, siendo como soy y por todo lo bueno que me enseñaron, aún merezco su amistad.

Ilustración: Joaquín Marín

Nota: Por su interés y relación con Villena reproducimos este artículo de Mateo Marco, publicado originalmente en el Diario de la Vega y radiado en Onda Cero Vega Baja.

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