Editorial

Arracada de Oro: reflexión o supresión

Tras un comienzo ilusionante en 2013, con la concesión de las primeras Arracadas de
Oro a la bioquímica Susana Rodríguez y la Coral Ambrosio Cotes, lo cierto es que este reconocimiento de nuevo cuño parece deslizarse cada vez más rápido, polémicas recurrentes mediante, por la pendiente que conduce hacia su desaparición a corto o medio plazo.

Desde la propia naturaleza del sistema –el hecho de poder presentar candidaturas conlleva inevitablemente la existencia de competencia, con todo lo que ello supone a la hora de convertir una nominación que debe ser motivo de orgullo en una competición entre promotores en la que a la postre siempre hay un ganador y uno o varios desengaños– hasta la redacción de unas bases que año tras año son motivo de controversia y, en consecuencia, son modificadas, está claro que algo no funciona.

Cierto es que, en esta ocasión, las bases especifican bien claro que el número de adhesiones a una candidatura no es vinculante, pero cuando un nominado cuenta con 530 apoyos frente a los dos del “rival”, parece evidente que eso no se puede obviar, bajo riesgo, como bien ha puntualizado el Foro Económico y Social, de ser acusado de hacer oídos sordos ante la tan traída “participación ciudadana”.

Así, resulta necesario suprimir las adhesiones e incluso estudiar la opción de cerrar que cualquiera pueda presentar una candidatura, porque lo que no es de recibo es que un reconocimiento que debería ser motivo de alegría, satisfacción y orgullo, haya acabado convertido, en apenas dos años, en un reguero de sinsabores, quejas y polémicas que no benefician a nadie, desde el propio ayuntamiento como organizador hasta los ganadores, los nominados, los promotores de las diferentes candidaturas y la ciudad en su conjunto.

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