Vida de perros

Arreglos electorales

Como en cualquier año electoral que se precie, también en éste y también en nuestra Villena, maquinas y brigadas de obras han tomado las calles durante estos últimos días o semanas para que la ciudadanía tenga constancia de la preocupación de su Equipo de Gobierno por la ciudad.
Se trata de una práctica antigua y extendida que podemos entender de diferentes modos, donde el peor de ellos queda reflejado a perpetuidad en obras innecesarias pero vistosas, céntricas o bien situadas; también en edificios inacabados, o que finalizados y con la llave entregada, requieren de nuevas intervenciones que se descubren apenas unas semanas después del periodo electoral.

En ese peor de los casos se trata de una inversión en infraestructuras con la que el grupo que gobierna la ciudad, autonomía, país, complementa –a costa del dinero de todos– su campaña electoral: haciendo presente su trabajo, cumpliendo promesas a última hora, mostrando su preocupación por la imagen de la ciudad. Y siguiendo en el peor de los casos, podríamos encontrarnos –como nos hemos encontrado en más de una ocasión, desafortunadamente– con que el motivo de más de una de esas intervenciones se deba de tal modo a la publicidad gratuita, que lo sea de un modo tan indolente como para que apostar por la consabida fórmula: “si ganamos, ya veremos qué hacemos; y si perdemos, que apechugue quien llegue detrás”. Otra cosa, ya en un mejor ejemplo, es que sin perder de vista esa cita que cada cuatro años tenemos con las urnas, un equipo de gobierno se dedique a “ahorrar” y a planificar los objetos de sus intervenciones de cara a ese periodo pre-electoral, calculando plazos y réditos de manera maquiavélica. A sabiendas de que la ciudadanía, al igual que el perro de Pavlov, que salivaba al oír el silbato que sonaba antes de recibir su comida; a sabiendas de que la ciudadanía, digo, a fuerza de ver a los grupos políticos redundar en la misma fórmula, no espera menos que eso: obras y arreglos previos al día de elecciones.

Pero ahora, queridas personas, la ciudadanía es más lista, o está más y mejor preparada, o es más libre, o está menos sometida que aquel perro a su amo. Y con el paso del tiempo sean empresas, cooperativas o asociaciones, saben cuándo deben apretar, cuándo debe poner de relieve sus demandas. Y sí, consiguen atención de los poderes públicos, aunque en la mayoría de los casos sean atenciones interesadas y efímeras, incluso promesas que conllevan un relativo compromiso. Ya sabemos, todo es así en estos meses preelectorales. Siempre ha sido así desde que yo recuerdo…

Sufrimos la aceptación de la fórmula, de la costumbre. Y puede que no deba ser así. Aunque para ello en primer lugar deberíamos dejar de ser objetos de estudio, números, estadísticas, y ser personas racionales y comprometidas. Personas que no aceptan que se les tilde de memoria corta, como ocurre ahora, incapaces de hacer una valoración del trabajo político más allá de los últimos meses. Porque ese es el fundamento de todo este despropósito, lo que nos marca como unas voluntades manipulables a última hora, incapaces de hacer una valoración del trabajo político más allá de los últimos meses. Y limpiar ese estigma es una labor personal, las obras electoralistas se acabarán el día en que la ciudadanía demuestre que no se vende, que es consciente del camino recorrido por su ciudad, y es capaz de determinar si ese camino es el correcto, si se debe continuar avanzando o si se debe cambiar de dirección.

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