Viéndolas pasar

Artículo 28.2

Si no estoy equivocado, es el artículo de la Constitución que reconoce el derecho a la huelga de los españoles y es la propia Constitución la que reconoce y garantiza el derecho a la libertad de todos los españoles. Es frecuente que ante una huelga cuyas consecuencias generan un gran impacto en el resto de la sociedad, nos planteemos hasta qué punto es lícito el ejercicio del derecho a la huelga.
Además, es del mismo modo habitual que los declarados en huelga no faciliten toda la información necesaria a los ciudadanos. Y por si esto fuese poco, nos encontramos los famosos “piquetes informativos” que, a veces, con buenas formas y en otras ocasiones, con formas mucho más que discutibles que entran de lleno en la ilegalidad, ejercen esa presión sobre el resto de los ciudadanos que, en muchos casos, se sienten coaccionados.

Recuerdo en aquella huelga general declarada contra el gobierno de Aznar, cuando uno de esos piquetes me hizo parar. Al bajar la ventanilla, de los 5 ó 6 individuos que había por allí, ninguno era de Villena, de eso estoy seguro, y uno de ellos me dijo: “¿A dónde vas, compañero?”, y yo le respondí que iba a trabajar como cada día, por supuesto. Me intentó explicar y convencer de las razones de aquella huelga general y obviamente no lo consiguió. Al despedirme le recordé que, al no trabajar conmigo, no se podía considerar “compañero”.

En el momento de escribir esta columna, España vive su segundo día de huelga en el sector transporte y por lo que dicen, comienzan a escasear productos vitales como el combustible. Y es por el combustible, por su precio, por lo que dicen que están protestando, un precio que usted y yo también pagamos y del que, lo más que podemos hacer, es quejarnos porque huelga, ni usted ni yo podemos hacer. Ellos, los huelguistas de hoy, protestan por lo que les cuesta a ellos el combustible, no protestan por lo que nos cuesta a usted o a mí. Ellos, los huelguistas de hoy, piden que el Gobierno de la Nación resuelva sus problemas, ni los de usted ni los míos.

No estoy en contra de lo que reivindican, es más, me solidarizo con ellos, pero deben comprender que su huelga nos perjudica a los demás ciudadanos, unos ciudadanos que, pase lo que pase, pagamos los platos rotos. Ni nos reducen el precio del combustible, ni nos rebajan impuestos y lo que es peor, para los huelguistas de hoy, si logran sacar algo en claro, no tenga usted ninguna duda de que lo pagaremos usted y yo de nuestro bolsillo porque todo lo que el Gobierno “perdone” de un lado, lo sacará de otro.

Estratégicamente, si lo que interesa es forzar un cambio importante en los altísimos precios de los carburantes, sería mucho más inteligente que, iniciando las movilizaciones los mismos que lo han hecho, propagasen sus reivindicaciones al resto de la sociedad para que los beneficios que se puedan obtener de esta huelga, sean compartidos por todos y no para un grupo reducido. Hoy decían que si no hay transporte para la próxima cosecha de melones, ésta se echará a perder provocando la ruina de los agricultores que ven impotentes cómo esta huelga indiscriminada pasa por encima de cualquiera sin decir, siquiera, lo siento.

Es ese el egoísmo que reina en nuestra sociedad, la gente busca su beneficio particular sin pensar ni importarle el colectivo, en otros ámbitos más lúdicos, he escuchado este año un par de veces cómo una persona decía a otra “yo a cambio de nada, no lo haría”, y es que de todo tiene que haber en este mundo, ¿verdad?

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