Viéndolas pasar

Así debería ser… siempre

Ni blanco o negro, ni rojo o azul, sin distinciones, hoy por ti y mañana por mí, creo que es el principio básico de solidaridad, de convivencia, de buena armonía y de paz. Los estrategas políticos, los que elaboran los planes transversales y multinivel en los que, por cruel que sea, no frenan a la hora de buscar el objetivo final están en horas bajas o deberían estarlo.
No todo vale. Esto es algo que, con toda seguridad, se va a imponer, como es de sentido común, en nuestra Sociedad. Hace unos años, el hundimiento del Prestige y la presunta gestión errónea del accidente, sirvió para que muchos protestasen con toda razón ante una ruina ecológica y económica que se abatió sobre Galicia. Otros, por desgracia muchos otros, lo aprovecharon como arma arrojadiza contra el gobierno central de España por cuestiones o intereses puramente políticos y electoralistas.

El año pasado, el tristemente famoso y no menos presuntamente mal gestionado incendio de Guadalajara, tuvo un denominador común similar. Con el agravante de que en este caso, del que todavía se está reivindicando transparencia, hay 11 personas muertas. También el año pasado en Portugal, los incendios forestales tuvieron en jaque a las autoridades lusas y a su población, también hubo víctimas mortales.

Llevamos ya muchos días con Galicia en llamas. Por mucho que digan los listillos y listillas de turno, ilustrados al respecto, me parece vía “leyendas urbanas”, poco sentido tiene hablar de especulación urbanística cuando la Ley es taxativa: “Hasta pasados 30 años de un incendio forestal los terrenos no puedes ser recalificados”. Pero no es de esto de lo que quiero hablar. Cada cual que piense lo que dice y si lo que dice beneficia a alguien y por qué.

El año pasado se acusaba al gobierno de Castilla-La Mancha de no haber pedido ayuda a comunidades autónomas vecinas. Se especulaba con que los motivos eran políticos, diferentes partidos gobernaban y gobiernan dichas comunidades. Me pareció tan pueril como bárbaro (de barbaridad) el argumento y por desgracia, tan creíble en estos tiempos que sin desear ninguna otra tragedia, sí tenía la “ilusión” de poder verificar que esto no es cierto o que si en algún momento lo fue, hoy habríamos aprendido la lección.

Galicia arde por los cuatro costados; al verlo nos tiembla el habla, como nos tembló en su momento viendo cómo la marea negra de chapapote se comía las playas de aquella misma tierra hace unos años. Pero, como suele suceder, dentro de la tragedia, dentro del desastre y la devastación, suele haber un espacio para el gozo de los sentimientos: ante lo inhumano de los pirómanos e incendiarios, el gesto humano y solidario del resto ayudará, sin duda, a apagar esos incendios y a mí, me ha permitido renovar mi fe en aquellos para los que el fin no justifica los medios.

Hoy, cuando escribo esta columna, me he sentido orgulloso de ser valenciano aunque sea de adopción, al ver aviones de la Comunitat Valenciana apoyando las tareas de extinción de los incendios de Galicia, he sentido una ilusión renovada y una enorme alegría porque aquellos que anteponen ideologías, colores o intereses a un buen fin común, están perdiendo esta batalla.

“Vuela alto” –se titula una canción de Julio Iglesias. Y eso quiero, que ese avión en el que hay un cachito de la solidaridad de cada valenciano y valenciana, vuele alto y luche hasta la extenuación contra las llamas que arrasan las tierras de nuestros hermanos gallegos.

Felicidades al Consell y a la Xunta. Felicidades a las personas de buen corazón.

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