De recuerdos y lunas

Autoridad

En el quehacer científico, supongamos un trabajo de investigación histórica, buscamos en otros estudios, en documentos, en testimonios contrastados... referencias que den autoridad a nuestras afirmaciones. De ahí las citas, a pie de página normalmente, que salpican las investigaciones entreteniendo a los lectores en un subir y bajar la vista para demostrarles que lo que decimos no es invento, no elucubración, sino que está corroborado bien por otro autor riguroso, bien por alguna fuente directa o... Y si no a pie de página, al final del libro que es entretener a los lectores hojeando. O citando a lo americano, entre paréntesis brevemente, que es como poner señales en medio del camino por el que andamos.

El amigo Eleuterio Gandía Hernández, en su entretenido estudio sobre "Juegos de la segunda infancia en Villena a mediados del siglo XX" (Fundación Municipal José María Soler, 2009), ha tenido la ocurrencia de citarme en un par de ocasiones. Concretamente, el investigador ha echado mano de cosas que escribimos aquí para sujetar la memoria, para que lo pasado no se nos muera en el olvido. Y le ha valido algo que escribimos sobre las canales y también sobre algún dicho. Para mí un honor, para mí un quebranto. Honor porque para quienes escribimos es honor el saberse leído y útil, quebranto porque verse negro sobre blanco para ratificar algo es como saberse autoridad que certifica, responsabilidad que pesa. Mucho más cuando lo citado es memoria personal. Aquí, la carga que nos carga Eleuterio: Que convirtiéndonos en autoridad para la memoria, confirma nuestro envejecer. Viéndome citado por unos recuerdos me veo mayor. Posiblemente porque ya lo soy. Porque otras veces nos han citado por algún estudio científico que hemos realizado, y bien; pero en lo de Eleuterio aparecemos como informante del tiempo vivido que pasa sobre nosotros.

Hace unas semanas, cuando este periódico cumplía cinco años, cumplía yo cuarenta y siete. ¡Cuánto me gustaría tener la alegría de mi amiga Carmen Fita que desde los cuarenta ha convertido sus aniversarios en castañuela y nos llama y lo pregona para celebrar lo vital! Pero yo veo que, aunque la felicidad, el cumplir años cada vez me pesa más. Esto por no hablar de algunos fantasmas que me desvelan. Cada uno vive con los suyos y los míos son los míos. Y no quiero ahora tenderlos por no manchar sus sábanas y porque dicen que sólo mentarlos sería invocarlos. Y temo que se presenten. Son fantasmas que me asustan mucho. Mejor vivir ignorándolos por si se olvidan de uno.

El otro día le leía a María Zambrano, en uno de los ensayos de "La España de Galdós" (Círculo de Lectores, 1991), que "lo más esencial que sucede con la vida es que ella es ante todo un don, algo que se recibe, que nos encontramos ya recibiendo o habiendo recibido todos los vivientes. Pero luego resulta que la vida no basta; hay que vivir. Vivir..., lo que requiere, exige forzosamente un dónde, un con qué, un con quién. Y aun en el caso del hombre, un para qué y un para quién."

Sin duda, hay que vivir la vida. La vida nos exige vivirla. Y es cuando recordamos cuando podemos corroborar esa realidad vivida. Recordando revivimos lo vivido. Revivimos la vida. De paso, si nuestro recuerdo sirve, como parece que ha servido para Eleuterio Gandía, estupendo. Aunque, como hemos dicho, nos pese la "autoridad" y... Por lo que escribió Zambrano, donde vivo, me gusta; con lo que vivo, me sobra; con quien vivo, soy feliz. ¿Para qué y para quién vivo?... Para servir. Auque sea por unas citas.

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