El Volapié

Belmonte y Esplá, predicción y admiración

Manuel Chaves Nogales fue un gran escritor sevillano exiliado de ambos bandos de la guerra. En 1935 publicó Juan Belmonte, matador de toros a modo de serial en el semanario Estampa, una obra fundamental para conocer las claves de Sevilla del toreo. Lo leí hace 20 años en su versión novelada, la misma que ahora se ha reeditado. Chaves relata la vida del Pasmo de Triana a partir de un simulado monólogo del diestro que en la cumbre de su poderío cuenta su vida.
Intuyó que prohibirían los toros bajo un gobierno socialista, como el de Cataluña. La literaria y literal premonición de Belmonte en pluma de Chaves o de Chaves en boca de Belmonte: Dentro de unos años, a lo mejor, no hay ni aficionados a los toros, ni siquiera toros. ¿Estás seguro de que las generaciones venideras tendrán en alguna estima el valor de los toreros? ¿Quién te dice que algún día no han de ser abolidas las corridas de toros y desdeñada la memoria de sus héroes? Precisamente, los Gobiernos socialistas...

El Pasmo de Triana en la pluma de Chaves Nogales paró, templó y mandó lo que iba a ocurrir con el futuro del toreo y siendo grave esto, puede que sea la de los toros la prohibición que menos nos preocupe dentro de poco tiempo.

Sin embargo podría suceder lo contrario a tenor de las reflexiones de Luis Francisco Esplá, último romántico de los ruedos y diestro al que más admiro. Su espíritu renacentista permanece en la pintura y su exploración continua de naturaleza para seguir creando y viviendo. Si el maestro hubiera tenido la suerte de vivir siete vidas, una entera la hubiera dedicado nada más que a torear. Pero él no ha querido renunciar a muchas cosas, sobre todo a su mes de abril.

El maestro reside y disfruta en su refugio de Relleu y confiesa ser un hedonista nato, no sólo porque vive rodeado de todas las cosas que le resultan amables, sino también porque sabe disponer de ellas en el momento preciso, como otras veces consiste en recrear el placer, no ir directamente a él. Una especie de Ítaca, en el que precisamente en el viaje está el placer hasta llegar a la felicidad, que es un momento fugaz, insignificante. Lo bonito es lo previo, el ir creando esa situación, ansiarla.

A Luis Francisco Esplá la muerte le importa un pepino, sólo le asusta que le pueda doler, y esto es algo con lo que me identifico plenamente al igual que con su teoría que defiende el toreo como algo milagroso, pues trata de valores que se van perdiendo. El ser fiel a la ética del toreo es lo que le da prestigio y credibilidad; si careciese de ello, se banalizaría. Las generaciones de toreros anteriores a la suya -mucho antes todavía- establecieron unas normas rigurosas que le dan todo el sentido.

Belmonte se olvidaba del cuerpo mientras toreaba y Esplá es un genio de las Bellas Artes.

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