Benedicto el millonario
No es nada nuevo que yo me sitúe en medio de la corriente de millones y millones de fieles que loan al sucesor de San Pedro, y aunque haga flaco favor a Andrés Leal y a Buendía al encuadrarme con ellos, debo opinar que la visita del Papa ha sido alucinante.
Con los preparativos de su llegada casi concluidos, tuve que asistir a una reunión en un edificio del Paseo de la Alameda, enfrente del Palacio de la Música. Una junta de esas que se convocan para que las ideas manen de los cerebros, que comienzan con abrazos y parabienes, que se desarrollan con sopor y que concluyen al hispánico modo. Tanto a pie de calle como desde el colosal mirador de la sala de juntas, daba la impresión de que los escenarios, luces, pantallas y demás tinglado se estaban disponiendo para la visita de los Rolling Stones. Un altar ostentoso encima del puente de la Ciudad de las Artes, mientras en la parte de abajo, en otro puente, los indigentes se cobijan como pueden. En un lujoso hotel de la avenida de Francia los obispos y cardenales se acomodaron a la vez que unos pobres desgraciados que no deberían estar aquí, bien es cierto, yacen tirados sobre la inmundicia y la humedad. Millones de fieles y millones de euros para adornar Valencia mientras ni el Papa, ni los organizadores, ni los participantes parecen recordar aquello de dar de comer al hambriento. Si Cristo fue quien nos han contado, ¿no les parece que hubiese predicado bajo el puente y sin tanta pompa?
Para un ratico se han gastado 835.000 euros en un altar de 2.900 metros cuadrados dotado con microclima para que Su Santidad no se escaldase. Se instalaron por toda la ciudad 40 pantallas de video gigantes, 35 kilómetros de vallas para acotar el itinerario del Santo Padre, 7.000 urinarios, 1.000 cámaras de seguridad, 5.000 efectivos de policía, con un coste que se eleva hasta montante general de unos 30 millones de euros según las explicaciones del propio Gobierno Valenciano. Y de lo que podemos estar seguros es que gran parte de estos gastos los pagaremos entre los primos.
Y mientras tanto, ¿qué sucede con el mercado laboral y los bajos salarios?, ¿cómo va todo aquello del derecho a una vivienda digna, a la educación de calidad, la sanidad, las pensiones, las mafias y la inmigración? Mientras todo esto esté pendiente de resolución, soy de los que opina que no se deberían gastar todos estos millones en un millonario que no se paga ni sus propios viajes, y que más bien al contrario, deberían administrarse en programas encaminados a luchar, mantener y velar por las igualdades de todos los españoles. Principalmente de los más necesitados. Todo esto tanto desde el más profundo sentimiento de solidaridad nacional como en consecuencia con la doctrina de Jesucristo.
A mi juicio el Papa no es el más indicado para llevar el mensaje de Cristo, pues mientras dicta consignas de sacrificio y humildad para los fieles anda muy lejos de ser un ejemplo a seguir. Prefiero buscar a Jesús en hombres que entregan su vida a los demás, sean religiosos o laicos, como Don Bosco, que evangelizaba en mangas de camisa y construía a partir de su propia vida. Si Jesús de verdad hubiese aparecido por Valencia habría empleado el mismo látigo con el que arrojó a los mercaderes del Templo de Jerusalén.
Por oponerme a la política de paz del nuevo régimen podría verme en el futuro de espaldas al paredón o con un tiro en la nuca. Sólo me faltaba la hoguera.