De recuerdos y lunas

Bestiario

Cuando comparamos el poder con el pez nos preocupaba sobre todo su naturaleza. La del poder. No tanto su ejercicio. Lo digo porque a partir de aquello, algunos lectores me enviaron sugerencias de animales que si bien algunos servirían para comprender también la esencia del poder, otros sólo valdrían para definir su variada práctica. Todos darían para un bestiario. La idea no sería novedosa y cabría incluso, al modo de los antiguos, establecer comparaciones con seres fantásticos (basiliscos, dragones, leviatanes, quimeras...) que por ser fabulosos se acomodarían más caprichosamente a los rasgos del poder que cualquier animal común.

Pero lejos de la fantasía, la mayoría de las comparaciones que he recibido, concretamente éstas sobre el ejercicio del poder; echan mano de la realidad, ofreciéndome un zoológico. Espejos –me dicen– donde se puede observar reflejado el quehacer político. Así, hay quien dice ver abejas, águilas, babosas, buitres, burros, cabrones, camaleones, cerdos, gallinas, gallos, gatos, hienas, hormigas, loros, marmotas, mulas, ovejas, pardillos, pavos reales, perezosos, perros, pollos, ratas, tiburones, vampiros, zorros...

En relación con el ejercicio de la política y algún referente animal, Luis Carandell contaba en "El show de sus señorías. Antología de anécdotas parlamentarias" (Lunwerg, 1986), libro que fue magníficamente ilustrado por el caricaturista Alfonso Ortuño, que en las Cortes de la República José Ortega y Gasset, lamentando ciertas actitudes en el Congreso e instando a no perder el tiempo, afirmó "que hay sobre todo tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí". Lo de jabalí –precisa Carandell– iba dirigido a la actitud de algunos diputados alborotadores. La comparación al parecer cayó en gracia de aquellos que antes que insultados se vieron identificados con orgullo y acogieron el apelativo con tanta satisfacción que hasta hicieron proselitismo queriendo atraer hacia su cuadrilla a prestigiosos parlamentarios como Unamuno. —Usted don Miguel, es el mejor jabalí de la Cámara porque es el que tiene los colmillos más autorizados —dicen que le dijo uno de ellos al escritor adulándolo. Pero por lo visto no sabía con quien, antigregario, se la jugaba; porque Miguel de Unamuno contestó: —Imposible, los jabalíes van solos o en parejas. Los que van en piara son los cerdos.

Pero insisto, cuando "El pez" yo no quería hablar de actitudes con el poder sino del poder en sí. De su naturaleza. No de como se ejerce. Para hablar de su práctica valdría lo enumerado y más. Porque hay quien lo ejerce con la astucia de un zorro, o quien lo ejecuta cambiante como camaleón o con la terquedad de una mula o... Mejor no seguir porque el inventario no resulta en muchos casos ejemplar. Pero al cabo es cosa que sucede tanto en la tarea política como en cualquier tarea humana. Que también hay en otros ámbitos profesionales trabajadores perezosos como los perezosos, presumidos como los pavos reales, habilidosos como los gatos...

Yo sólo quería comprender la naturaleza del poder a raíz de lo que algunos paisanos me dijeron de la pesca de Celia Lledó. Y por eso me vino la imagen del pez. Luego han venido otros a escribirme y a decirme más animales posibles; aunque sí, que lo del pez quedaba muy bien, sobre todo pensando en el símbolo del PP, en la gaviota. Así continúan que siendo pez el poder, en Villena la gaviota con el pico lo pescó y se lo comió. Pero yo he visto también gaviotas que pierden por el aire el pez que habían pescado al pelearse con otras gaviotas. Y gaviotas que no pescan, que se alimentan en las basuras. Como algunos gusanos.

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