Vida de perros

Bienvenido a casa, Vicente

A estas alturas del año, con el sol apuntando desde lo alto, me resulta cada vez más complejo cumplir con el compromiso semanal. Digamos que éste consiste en reunir y ordenar ideas para presentarlas en las páginas que ahora usted tan tranquilo lee. La complejidad no es resultado de la falta de asuntos que tratar, ni el tener mayores deseos de piscina o playa –quien me conoce sabe que no– sino tal vez sea ese ominoso impulso que a todos nos visita –hay a quien varias veces, hay a quien más– a lo largo de la vida y nos llama hacia la huida. ¡Uf, qué bien al fin –pensamos– lejos de todo y de todos (y de todas)! Pero no pensamos, acostumbrados a desoír a pensadores y poetas como en este caso a Kavafis, que al huir de nuestra domesticada vida: No hallaremos otras tierras ni otros mares. La ciudad irá con nosotros a donde vayamos (disculpen la paráfrasis).
El fin de dar tanta vuelta no es otro que terminar diciendo: queridos amigos y queridas amigas, lectores todos (je, je, je): acabo de ser tío. Sí. Mediante ese inexplicable proceso animal que consiste, hablando pronto y rápido, en criar carne, espíritu y hueso en nuestro interior (más las mujeres que los hombres), Encar y Vicente nos han traído a otro villenero hace apenas unos días. Un villenero más. Y mirando a la curiosa criatura con la mezcla de fascinación y horror propio de los primerizos, comienzo a pensar en la Villena que hemos hecho y hacemos, la Villena que entregaremos a este pequeño y al resto de los que van viniendo y han venido. Yo no quiero pensar como Adela Serra, nuevo fichaje del Partido Popular de Villena, quien en la entrevista que ofreció TV. Intercomarcal quedaba en silencio frente a la cuestión referida a las cosas buenas que veía en Villena. No haré lo mismo, no callaré, negando por tanto el lado positivo de nuestra ciudad. No lo haré, entre otras cosas porque yo no tengo la necesidad de convencer del supuesto error ajeno con el fin de ganar un voto. Convencer a costa de mentir –por callar–. Convencer a costa de la irracionalidad que busca el interés. No tengo necesidad de abstenerme en una votación para no coincidir con otro partido político –indignantes declaraciones que convierten, más si cabe, en un personaje de chiste a Carod Rovira y seguidores–. Pues no, no me callaré todo lo bueno que hay en Villena, pero si quieren oírlo tendrán que buscarme en otro lado, un lugar alejado de esta Vida de Perros.

Por el momento, consiguiendo desmarcarme de críticas ineludibles como la que merece el sistema educativo, intentaré pensar en la Villena en que Vicente vivirá sus próximos años. Intentaré seguir luchando por un espacio coherente en el que él pueda desarrollarse y ser feliz –fin último en mi modo de entender nuestra existencia–. Intentaré que pueda abrirse la cabeza con una piedra que vuela perdida, tal y como lo desea Miralles para su futura descendencia. Eso significará que tendrá un espacio donde jugar, donde compartir y luchar por ser persona dentro de esta sociedad. Que no tendrá que conformarse, que también, con una televisión y unos juegos que por fortuna podemos tener como complementarios en una ciudad del tamaño de la nuestra. Que pisará la calle, disfrutará los parques, que cruzará –todavía por desgracia– las vías en busca de aventuras. Intentaré que Vicente pueda ser niño, en definitiva, y que pueda descubrir esta maravillosa ciudad en la que tantos proyectos hacen falta, aunque proyectos por los que todos podemos y debemos luchar.

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