Bitácora
Queridas personas, espero que no les importe que esta semana me tome la licencia de utilizar esta Vida de Perros a modo de cuaderno de viaje o de crónica de sociedad incluso, pero así han venido las cosas y así se las voy a contar (en cuanto a los asuntos eternos agua, plaza de toros, soterramiento
, les recuerdo que esta semana cuentan con cuarenta páginas para ilustrarse con detenimiento).
Eran las siete menos cinco de la mañana cuando el pasado viernes comenzó a sonar el móvil que siempre dejo en la mesita de noche. A diferencia de cuando veinte minutos antes había sonado la alarma esta vez sí me desperté: al otro lado de las ondas estaba Pablo Domene, Wato en adelante, con el café matutino ya bien asentado en el cuerpo y deseando emprender el viaje a la capital. Nuestro plan era sencillo y monstruoso: pasar dos días visitando dos de las ferias de arte más importantes de nuestro país: Arco y Art Madrid. En nuestra ingenuidad todavía albergábamos la idea de acudir al Museo Reina Sofía en caso de que la ingesta artística no nos hubiera saciado. El viaje resultó tranquilo y dicharachero; yo recordaba a Wato su columna Asco referida a sus impresiones de la feria del año anterior y pensaba para mis adentros que si él no volvía a hacer la crónica bien podría yo escribir una llamada Harto de Arco, por continuar el juego de palabras. Y entre risas y bocata de chorizo a la brasa nos plantamos en Atocha. Allí, en lugar de seguir con nuestro plan, nos aventuramos a llegar hasta Plaza de España en nuestro vehículo. Acogiéndonos a la hospitalidad madrileña le preguntamos a un presuntamente inocente joven cómo llegar a dicha plaza, y él amablemente nos indicó la dirección. Wato y yo, de pueblo perdón, ciudad pero no tontos, rápidamente nos dimos cuenta del engaño al llegar a las torres Kio, situadas a varios kilómetros de nuestro destino. Acordándonos de la peculiar familia del joven sherpa, volvimos sobre nuestras ruedas y llegamos al fin hasta el parking y la parada de metro.
Desde allí nuestra primera parada fue el Palacio de Cristal, donde se desarrollaba la feria Art Madrid, sobre la que pueden leer en Días Felices. Tras esta primera jornada volvimos al centro de la capital para tomar cañas con Juanjo Reig (Ingresó Cadáver), quien en estos momentos trabaja en creación y producción musical junto a David Cano (Cycle); casualidad que en la cervecería se encontrara Javi Ruescas, quien había acudido a Madrid para comprar equipos de cara al aniversario del Colosseo. Así transcurrió el resto de tarde echando de menos la compañía de Rulo Pardo, que en esos momentos rodaba en Donosti la película Oviedo Express último trabajo del director Gonzalo Suárez, junto con Aitana Sánchez Gijón, Carmelo Gómez y Maribel Verdú, y la de Javi Carrillo, quien rodaba en Águilas un documental. Varias cañas después decidimos volver a casa, la de Vicente Molina, para descansar y prepararnos para el día siguiente. Pero antes de dormir dio tiempo para departir larga y tendidamente y para admirar los últimos trabajos pictóricos de Vicente, en la línea de los que presentó en la exposición 10 realizada el pasado diciembre en la Ermita de San Antón.
Como ven poco espacio queda ya para relatarles nuestras impresiones en Arco. Quizás destacar la ex-murciana galería Espacio Mínimo como una de las más relevantes, una vez más, dentro de las nuevas tendencias artísticas. Y la impresión de un lento regreso a la pintura que trae obras interesantes y fecundas. En la parte negativa destacaría la intencionalidad cada vez menos escondida de comercio artístico, algo que aunque inseparable hoy día de cualquier actividad no deja de resultar algo obsceno.