Callar y dar fuego
Corren malos tiempos para los vendedores de letrinas. La mierda cotiza al alza en televisiones, radios, prensa y demás medios. Puede que alguien les diga que la culpa debamos repartirla por igual. Si alguien se lo dice no lo dude, dígale que miente. Es cierto que hemos visto como la mierda ha inundado paulatinamente cada parcela del mercado de la comunicación. Quizás llegó primero al papel cuché, luego a los programas del corazón; después la adquirieron para abonar programas insultantes y vejatorios, más tarde para alegrar algunas tertulias de radio y televisión
Al fin, a través de sujetos como Urdaci no diré que fue el primero ni el último la mierda cotizó en los noticiarios, y ahora
está en casi todo lo que nos llega a los ojos y los oídos (y por ende, si no se hace el esfuerzo por evitarlo, al cerebro). La solución: desarrollar un sentido para detectarla y para destruirla mediante la indiferencia, el desprecio, la mofa o cualquier otro sistema que se les ocurra.
La actualidad Me retuerzo de risa ante el sucedáneo de discordia inspirado en las palabras del alcalde de Getafe Pedro Castro. No más que al verme obligado a recordar otras salidas de tono similares recopiladas ahora en la mayoría de periódicos nacionales: Bono, Trillo, Rajoy Me muerdo la lengua de risa al recordar el cirio que montaron con el off de Rajoy sobre el desfile militar ¿Sólo yo hubiera aplaudido a Mariano si al día siguiente hubiera mandado al carajo a todos los medios de comunicación? Seguro que no. Destapar frases recogidas por micrófonos supuestamente apagados se pone de moda. Da igual lo íntimo del comentario, no importa el círculo donde se pronuncia. A los afortunados e imparciales medios de comunicación se la trae floja si la frase se muestra fuera del contexto o el modo en que la entienden los receptores reales. Cada uno de esos comentarios robados da para millones de palabras y de tertulias, y a veces para cientos de reproches de sus rivales.
En el fondo, si nos detenemos en el frenético devenir diario, descubrimos que todo es una fantochada; y peor, que todo es una excusa para llenar de palabras este plácido silencio. Palabras que por descontado valen dinero. Estas últimas semanas se habla en nuestras tierras sobre la confrontación del Partido Popular a causa de las opciones Fenoll y Ripoll. Los Medios ya han montado su circo sobre el asunto recogiendo frases, posturas, apoyos y otros. Llenan cientos de anodinos espacios en sus soportes opinando sobre la cuestión. Yo, en mi aquí y ahora, continúo pensando que nadie nos ha invitado a esa fiesta, que como quien mira una partida de póquer, los de fuera están para callar y para dar fuego.