Caminar sobre la mierda
Como cada domingo por la mañana, antes de abrir la puerta de abajo, la misma sensación. Como si el cerebro enviara la imagen para prevenir, para que me haga a la idea antes de salir a la calle. Como cada domingo por la mañana cuando bajamos cargados con los envases que vamos a reciclar, la imagen de la calle cubierta de mierda: bolsas, latas, alguna botella de cerveza o vino apoyada contra la pared, papeles, colillas, envolturas de caramelos o de cualquier otra golosina. Así que al abrir la puerta no nos sorprendemos al ver tanta mierda extendida por la calle Román, por el primer y segundo tramo de la Ritas, a lo largo de la perpendicular Vereda hasta llegar a Elda y Democracia.
Pero el pasado domingo, quizás pisando algo más de mierda de lo habitual, llegamos a los contenedores de reciclaje en el ensanche de Ritas, San Fernando y San Fulgencio. El amarillo, de plástico y envases, estaba literalmente tumbado sobre el asfalto. Las compuertas superiores estaban abiertas, y desde allí se extendían bolsas, tetra-bricks, botellas de lejía, leche, zumo
Así que don S. y yo decidimos comunicarlo a la Policía Local, para ver si existía algún modo de frenar el vertido. El problema resultó cuando nos hicieron notar que era domingo, y que la empresa no se pondría en marcha hasta el lunes. Aún así aprovechamos la ocasión para advertirles que si el pasado domingo el contenedor de vidrio estaba casi lleno, hoy podían verse los culos de las botellas asomando por los dos orificios del contenedor verde. Tomo nota.
Quizás esta experiencia ha agudizado mis sentidos hacia tales contenedores de modo que he podido advertir durante estos días que a lo largo de Villena hay unos cuantos contenedores más al límite de su capacidad. Algo que resulta extraño, ya que es de suponer que la/s empresas encargadas de la recogida se benefician de las materias que la ciudadanía concienciada separa y deposita en su lugar correspondiente: el periódico del día anterior en el contenedor azul. Suponemos que hay empresas que procesan cada material, lo reciclan, producen un nuevo material y lo venden obteniendo un beneficio. Suponemos que de eso va el reciclaje. Y que nuestra aportación es altruista con la empresa aunque interesada de cara a nuestro bienestar.
Pero ahora, quizás más sensibilizado, al recorrer las calles observo una incipiente dejadez en esta materia: tanto en el uso ciudadano como en el seguimiento de los contenedores por parte de sus responsables. Y espero que el problema no aumente como aumentó hasta hoy día el problema con las basuras y los olores. Porque el reciclaje, aunque tomado en nuestro país como voluntario, de segunda clase, es una obligación ética con nuestro mundo. Con el que tenemos y, sobre todo, con el que dejamos.