El Diván de Juan José Torres

Camps declara la guerra a la corrupción

De verdad que no entiendo nada. Todo esto me confunde, como en los malos sueños de las películas en que los malos aparecen como buenos y a los que creíamos ejemplares les sale el tiro por la culata. Francisco Camps, de nuevo candidato a la Presidencia de la Generalitat, sigue siendo el principal favorito para su reelección. Quizás por eso y en un alarde de bravuconería exhibe saltos circenses, que desafían su propia trayectoria política, por los inseguros alambres de la justicia. El cinco de marzo y en una convención del PP firmó un manifiesto contra la corrupción. Gesto ejemplar si no estuviera imputado.
En dicho documento se aboga por imponer “sanciones ejemplarizantes, proporcionadas y disuasorias” y reclama el mismo protocolo que es necesario un “enjuiciamiento rápido para los políticos imputados”. Es más, la respuesta judicial “debe ser justa y contundente, siendo necesaria la reforma del Código Penal”. Si firmara esto alguien que está fuera de toda sospecha, de historial intachable y enemigo reconocido contra la corrupción me parecería razonable; pero rubricado por quien está pendiente de un secreto sumarial me resulta indecente. En todo caso sería más lógico que se sumara al manifiesto una vez obtenga resolución favorable y esté libre de cargos.

Su adhesión la interpreto como un acto de irresponsable gallardía, pues desafiando a su propio destino está convencido de que un buen farol de póker puede ablandar la seriedad del tribunal. La Justicia será quien determine el grado de responsabilidad o su no implicación en la trama Gürtel, asunto éste relacionado con corrupción de empresas y contratos irregulares relacionados con el PP y en el que el frívolo tema de los trajes no es más que una anécdota de la compleja pirámide. Le den los jueces la razón o se la quiten es cínica su postura y hasta que no se resuelva el caso mejor no brinde por la limpieza de políticos manchados.

También Rajoy ha dudado un tiempo excesivo para proclamar al candidato en nuestra Comunidad. Finalmente ha resuelto la situación más ventajosa, la de más vale presidente conocido que presidente por conocer. Tampoco ha calibrado las consecuencias, pues si Camps fuese condenado debería dar unas explicaciones que no tiene. En cualquier caso lo firmado por Camps contra la corrupción es echarse piedras contra su tejado. Imagínense que sale malparado judicialmente y entonces recibiría sanciones políticas, aparte de judiciales, ejemplarizantes, proporcionadas, disuasorias y contundentes. Un poco fuerte si él lo firmó.

También sería inaudito que condenara la corrupción política María Antonia Munar, expresidenta del Parlamento Balear y de su partido, Unión Mallorquina (UM), por estar encausada de gravísimos cargos; igualmente la alcaldesa oriolana Mónica Lorente debería ser prudente porque le salpica el Caso Brugal; lo mismo que el Presidente de la Junta de Andalucía, el socialista José Antonio Griñán, por los ERES irregulares. Quizás sientan estos embusteros personajes cierta impunidad porque ganan tiempo con los recursos, paralizan comisiones de investigación y saben que la justicia es lenta.

Que buena parte de la clase política está podrida es bien conocido. Y no me vale que porque lo hagan unos los otros también. El que un ladrón robe en una sociedad de jauja no justifica que se le tenga que imitar y las normas de urbanidad y buena conducta deberían regir nuestros actos. No me complace ni me seduce que cabrones desalmados generalicen sus escándalos, pero me duele todavía más que se extienda la costumbre del todo vale porque lo hacen todos. El que lo haga que lo pague, llámese Vera, Roldán, Millet, Roca, o el párroco de Carcagente. Y el que esté en algo turbio implicado, ¡chito y quieto¡ que ya es bastante.

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