Cañerías y otras vías
Y aunque parezca mentira hay que hacerse a la idea de que ninguno de los cientos de miles de euros que han pasado por nuestro ayuntamiento ha sido capaz de evitar el corte en el suministro de agua que sufre al menos una vez al mes el Barrio de Las Cruces y adyacentes. Es lo que tiene la periferia, o lo antiguo, o lo poco vistoso
que cuesta de hacer. Porque si está lejos del centro, tiene una barbaridad de años y su adecuación resulta poco visible e inaugurable, entonces qué duda cabe sobre la urgencia de la intervención. Ninguna. Ya se hará.
Aunque lamentablemente resulte que es agua potable la que de vez en cuando baja a borbotones desde nuestro barrio al centro. Aunque el agua brote una y otra vez desde los mismos puntos: Cierra la calle, corta el suministro de agua, rompe el asfalto, localiza la fuga, séllala, vuelve a iniciar el suministro de agua, echa tierra sobre la tubería, coloca una plancha de acero sobre el surco, abre la calle al tráfico, deja pasar unas semanas, levanta la plancha de acero, deja pasar unas semanas, cubre de alquitrán la arena y
a esperar a la próxima fuga. Lo peor de estas fugas es que ocurren cuando menos te lo esperas: la mañana del cinco de septiembre por ejemplo. Y lo peor, peor, es que sabes que en cualquier momento, al levantar el mono-mando del lavabo o al poner la lavadora, puede resultar que las cañerías estén vacías.
Presumiblemente no debería ocurrir lo mismo con las cañerías que tenemos en el cerebro. No hablo solamente de las cañerías físicas, sino también de las que conducen nuestras ideas, nuestros sentimientos, esas que conducen lo que finalmente se refleja en nuestras palabras y nuestros actos. Esas cañerías también pueden presentar problemas si están sucias, o si la presión del caudal es excesiva, o si inflexiblemente obligamos al caudal a no transcurrir por ciertas cañerías, saturando así otras. Del mismo modo ocurre con las vías que creamos socialmente. De hecho, y llegado a este punto no queda otra que permitir el símil, me temo que algo así está ocurriendo en nuestro ayuntamiento. No hay más que comparar el tema de las cañerías con el resultado de la reunión que nuestra alcaldesa suspendió en La Tercia. La señora Lledó, obstinada cada día más, si se puede, con el grupo No Adscrito, prefirió despreciar el tiempo y el trabajo de la gran mayoría de asistentes a la reunión con tal de no admitir en la convocatoria a un grupo de personas que legalmente le pese lo que le pese pertenecen al grupo municipal que representa los intereses de la ciudad.
De lo cual yo sólo puedo deducir que o no le importa que una importante parte de la ciudad pensara que tiene una fuga, o que no le importa dejar sin agua a cientos si entre tales se encuentran sus enemigos/as, o que cualquier excusa es buena con tal de salirse con la suya, en este caso mantener cerrada al tráfico el tramo de la Calle Luciano López Ferrer.