Carta de un hijo de puta al Tribunal Supremo
Señores magistrados del Tribunal Supremo: no pueden imaginar sus señorías lo agradecido que estoy por la ejemplar sentencia a ese juez que me estaba haciendo la puñeta; más aún, me ocasionaba insomnio. No me han decepcionado ustedes, sus largos años de estudios y su constancia en la carrera judicial no han sido en vano, pues su dilatada experiencia y su buen hacer han permitido que este español de pro, religioso y de buenas costumbres, respire tranquilo. Antes de nada quisiera presentarme: soy un hijo de puta, aunque mi madre vive como una reina gracias a mis habilidosos esfuerzos, y mis íntimos me conocen como el Papá Gürtel.
En realidad mis actividades son anónimas, pues están fuera de ley, y formo parte de una organización que, trapicheando por aquí y por allá, utilizando el chantaje y el soborno, engañando al fisco y falseando facturas en mis empresas tapaderas, he logrado una jugosa fortuna que dejo a buen recaudo en paraísos fiscales para que el negocio sea redondo. Mientras evado impuestos me tiro a prostitutas de lujo, cato el mejor champán, me meo de risa de la desgracia ajena y me pongo de coca en mi Mercedes de cojones; la Bolsa me la suda y los parados que se jodan, que yo con mis interminables fajos de 500 estoy en la gloria.
Otros colegas míos son más perversos que servidor. Venden armas en mercados negros, negocian con droga, realizan tráfico de blancas e incluso de órganos, secuestran, torturan y, si es menester, asesinan sin concesiones. Todo muy limpio, eso sí. No dejan rastros y si la cosa se tuerce para eso está el Money blanqueado, para tapar bocas. Sé que estos trabajos no están bien vistos, pero en la jungla ganan los más fuertes, ley de vida. Realmente estaba preocupado porque el juez, llamado estrella, me estaba tocando los huevos. Su tenacidad representaba una amenaza para mis asuntos privados y me asediaba peligrosamente. Gracias a Dios mis onerosos abogados me advirtieron un silencio absoluto.
El tonto del nabo cometió un imperdonable desliz: grabar las conversaciones que yo mantenía con mis defensores. La verdad es que me acojoné, porque destapaban los detalles que tanto me hubieran comprometido. Menos mal que el derecho penal me protege de tan maquiavélica conducta y al tonto del culo le ha salido el tiro por la culata. Casi me coge el granuja, y si me pringa de mierda yo me habría ido de la lengua, y si tiro de la manta caen inversores, financieros y la hostia en vinagre, vamos, el país entero. Gracias a la providencia vuestra profesionalidad, fuera de toda sospecha, ha hecho justicia.
Ese desgraciado ya está de patitas en la calle y yo respiro tranquilo. Podré seguir cagándome en las madres de los demás y dar por culo a esos que se autoproclaman ciudadanos. ¿Ciudadanos de qué? ¿Es que no se han enterado que los únicos ciudadanos somos la gente de mi calaña? ¿Qué se creía el niñato del juez? Como no podía intimidarme, porque no le iba a soplar ni una sola palabra por consejo de mis abogados, que para eso les pago, no se le ocurre otra cosa que registrar las conversaciones de los letrados con los degenerados. Sí, soy un corrupto y a mucha honra, que aunque desvíe capitales damos de comer a muchos.
¡Qué suerte he tenido de que los gobernantes no hayan modificado la protección de mi defensa y que existan preceptos legales que han obrado a mi favor! De no ser así iría con mis huesos a la cárcel. Afortunadamente mis hijitos de papá podrán seguir estudiando en las mejores universidades del mundo y mi mujer podrá seguir visitando las más suntuosas joyerías. Quedándoles eternamente agradecido a sus señorías por su servicio a España
P.D. Ante la profunda vergüenza, mi apoyo incondicional al juez Garzón.